Zamá fue su nombre original, que en lengua maya significa “amanecer”. Fue tras el abandono de sus habitantes luego de la conquista española, en los albores del siglo XVI, cuando fue rebautizada con el nombre de Tulum (muralla, también en lengua maya). Fue centro de culto, y uno de los más imponentes.
Sin embargo, el nacimiento, desarrollo y la maduración de Cancún y la Riviera Maya no tuvo efecto dominó para Tulum, no obstante de su repercusión natural turística al constituirse como el sitio arqueológico de mayor afluencia de la zona.
Paradójicamente, su desenfado, que atrajo a comunidades “hippies” por años, le permitió una vocación particular, que hoy le pone un alto precio al boom hotelero e inmobiliario.
La perla del Caribe mexicano presume el formato de Plan Europeo en la mayoría de sus predios hoteleros, con una muy definida estrategia de engrosar sus finanzas con un muy apetecible mercado, el de alto poder adquisitivo.
Producto de ello es la atracción de importantes inversiones inmobiliarias que apuestan a productos disímiles a la oferta de Cancún y la Riviera Maya. Intentan competir, sin reparo, con productos de talla mundial, equiparables a La Palma de Dubai.
Ese es el caso del grupo de inversionistas yucatecos, representados en nuestra portada por Rodolfo Rosas, quienes han apostado al nuevo destino de Quintana Roo con Aldea Zamá, un ambicioso proyecto no sólo en lo financiero -cuya inversión ronda los 120 mdd- sino como modelo inmobiliario que está contribuyendo a la definición de la imagen urbana de Tulum, una pelea colosal que aún no logra Cancún a sus 40 y tantos, ni Isla Mujeres a sus ciento y tantos, ni la Riviera Maya a sus 20 y tantos.
El grupo yucateco ha tomado a título personal otra misión: unirse a Tulum con arraigo y en su defensa para no permitir permear los intereses particulares contra su vocación de destino sustentable… Buscan el ordenamiento de Tulum en su nuevo amanecer…