Un viaje al Palacio Postal revela un universo en el que la arquitectura espectacular, el legado cultural y la historia del correo mexicano; un espacio que sorprende a visitantes de todo el mundo con su museo renovado, su riqueza artística y el valor simbólico del oficio de cartero
Quien camina por el Centro Histórico de la Ciudad de México descubre un sinfín de edificios emblemáticos, pero pocos roban la mirada como el Palacio Postal. Más que un espacio para el envío de correspondencia, este sitio es una verdadera joya arquitectónica donde el pasado se siente vivo y la cultura se respira en cada rincón.
Visitarlo es una invitación a disfrutar un pedazo de la historia nacional desde una perspectiva distinta: la de millones de cartas, timbres y mensajes que han conectado a las personas a través de los siglos.
Este palacio, además de ser uno de los edificios más fotografiados del centro, representa un homenaje a la comunicación, a la memoria y al oficio que durante generaciones llevó noticias, afectos y documentos a todos los rincones del país.
Proyecto monumental que cambió la ciudad
A principios del siglo XX, México vivía una etapa de grandes transformaciones urbanas. Fue en ese contexto que se decidió construir un edificio postal a la altura de las grandes capitales del mundo.
El 14 de septiembre de 1902 inició la obra en el terreno que alguna vez ocupó el Hospital de Terceros de San Francisco, justo en la esquina de Tacuba y lo que ahora conocemos como Eje Central. El responsable de imaginar su diseño fue Adamo Boari, el mismo arquitecto que ideó el Palacio de Bellas Artes.
Inaugurado en 1907 por el ingeniero mexicano Gonzalo Garita y Frontera y el propio Boari, el Palacio Postal vino a convertirse en la administración postal número uno del país. Por eso se le conoce como La Quinta Casa de Correos, ya que antes de ocupar este espléndido edificio, la institución pasó por cuatro sedes anteriores en las calles Del Parque, Santa Teresa, San Francisco y Moneda.
En pocos años, el inmueble se volvió un referente urbano y un símbolo de modernidad: un edificio que demostraba que México estaba listo para competir con los grandes emporios del mundo en infraestructura, sofisticación y servicios.
Espectáculo arquitectónico que deslumbra
Lo primero que sorprende al visitante es su estilo arquitectónico ecléctico. Boari combinó elementos del Gótico isabelino, del Gótico veneciano y del Art Nouveau para crear un palacio postal distinto a cualquier otro en América Latina.
La cantera de Chiluca, los mármoles mexicanos y la herrería traída desde Florencia —hecha por la famosa Fondería Pignone— se integran a la perfección para dar forma a una estructura majestuosa.
A lo largo de sus cinco fachadas se pueden observar gárgolas, farolas ornamentales y detalles que parecen salidos de una pieza de orfebrería. En lo alto resalta un reloj monumental fabricado en Alemania, ensamblado directamente en México, cuya presencia ha marcado el paso del tiempo durante más de un siglo.
El edificio está distribuido en cuatro niveles, aunque el vestíbulo principal basta para enamorar a cualquier amante de la arquitectura. Allí destaca su escalinata señorial, elaborada en mármol mexicano y adornada con herrería de bronce magistralmente trabajada por manos florentinas. Cada detalle es digno de un museo.
Un museo que recorre 500 años de historia
Además de su función histórica como oficina postal, el edificio alberga desde 1920 el Museo Postal, un espacio que ha experimentado diversas transformaciones. Tras una breve pausa, hoy reabre con nuevas exposiciones permanentes y temporales que narran cinco siglos de evolución del correo en México.
La primera parada obligada es la exposición Historia del Correo en México, ubicada en el Corredor Condesa de la planta baja. Aquí se cuenta cómo fue que, desde 1580, se estableció oficialmente el servicio postal en el país. También se muestran piezas que revelan cómo evolucionaron los métodos de reparto, los sistemas de clasificación, la tecnología y las rutas de envío.
Otra exposición destacada es Del Timbre a la Filatelia, que permite descubrir la historia de los timbres postales: desde el famoso Penny Black, la primera estampilla creada en Inglaterra en 1840, hasta la primera emisión mexicana de 1856, con la imagen de Miguel Hidalgo y Costilla.
Este recorrido resulta fascinante tanto para coleccionistas como para cualquier visitante que quiera entender cómo pequeños pedazos de papel se convirtieron en verdaderas cápsulas culturales.
Finalmente, la exposición Juárez, una imagen en el tiempo rinde homenaje al legado del Benemérito de las Américas en el marco del 150 aniversario de su fallecimiento. A través de objetos culturales y documentos históricos, la muestra presenta el ideario nacional de uno de los presidentes más influyentes en la consolidación del México independiente.
Arte, documentos y una joya oculta en lo alto
Para quienes disfrutan del arte, el Palacio Postal guarda tesoros adicionales. En una de sus salas se encuentran los frescos del artista Bartolomé Gallotti, cuyo estilo aporta un toque clásico y solemne al interior del edificio.
También destaca la Biblioteca Postal, que resguarda documentos históricos fundamentales para entender el origen y desarrollo del correo en nuestro país. Aquí pueden encontrarse registros que datan desde la instauración del Oficio de Correo Mayor en 1580.
Y en la torre principal espera una de las piezas más admiradas por los viajeros curiosos: el reloj monumental. Este mecanismo mezcla cuerda, aparatos eléctricos, transmisiones hidráulicas, poleas y contrapesos. Además, posee un carrillón de seis campanas que marca los momentos más emblemáticos del día. Es una muestra de ingeniería histórica que se mantiene viva gracias al cuidado constante.
El cartero: un símbolo que sigue tocando puertas
Más allá de las piezas de museo, el Palacio Postal también honra a quienes han dado vida al servicio postal: los carteros.
El origen de este oficio se remonta a la Nueva España, cuando muchos habitantes no recogían su correspondencia y se hizo necesario que alguien la llevara directamente a los domicilios. Bajo la Ordenanza de 1762 se designaron a los primeros hombres dedicados a esa tarea, conocidos entonces como carteros.
Joseph Lazcano, considerado el primer cartero de oficio de la Nueva España, fue quien inició esta tradición. En aquel tiempo, cobraba un porte previamente fijado en cada carta y recibía solo un cuarto de real por cada entrega.
Con los años, el servicio postal creció, se profesionalizó y empezó a extenderse por ciudades y villas de México y Veracruz, donde se instalaron oficinas subalternas. Con cada expansión, el papel del cartero se volvió más relevante.
Desde hace 94 años, el 12 de noviembre se celebra en México el Día del Cartero y del Empleado Postal, una fecha que surgió gracias a la iniciativa del ingeniero Luis G. Franco. La propuesta fue entregada al entonces presidente Pascual Ortiz Rubio, quien reconoció que el cartero simboliza la entrega, la responsabilidad y la cercanía humana que este oficio representa.
Hoy, en homenaje a su labor, el Servicio Postal Mexicano ha lanzado una serie de cinco estampillas especiales que celebran este trabajo esencial. Los carteros han sido, y siguen siendo, depositarios de la confianza popular: llevan en su valija noticias, emociones y mensajes que conectan a quienes están lejos, consolidando ese lazo íntimo —y cada vez más raro— que solo la comunicación personal puede ofrecer.
Espacio para visitar, fotografiar y recordar
El Palacio Postal es mucho más que un edificio histórico. Es un museo, un ícono urbano, un testimonio de la creatividad arquitectónica y un homenaje vivo a la comunicación humana.
Quienes lo visitan encuentran un espacio donde convergen el arte, la historia, la ingeniería, la cultura y el turismo. Es un sitio obligado para quienes quieren descubrir el Centro Histórico desde una perspectiva distinta.
Recorrerlo con calma, tomar fotografías de su escalinata dorada, admirar sus vitrales, explorar su museo y descubrir el gigantesco reloj son experiencias que convierten la visita en un verdadero viaje en el tiempo.
Este palacio dorado, que cumple 118 años, sigue siendo uno de los grandes tesoros de la Ciudad de México. Un lugar que vale la pena conocer, vivir y compartir… porque en sus muros, cada carta enviada y cada paso dado cuentan una historia que aún continúa escribiéndose.
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118 años; inaugurado en 1907
- Obra del arquitecto Adamo Boari, también creador del Palacio de Bellas Artes
- Arquitectura ecléctica con estilos gótico isabelino, veneciano y Art Nouveau
- Construido con cantera de Chiluca, mármoles mexicanos y herrería florentina
- Reloj monumental alemán con carrillón de seis campanas
- Frescos de Bartolomé Gallotti y Biblioteca Postal histórica





