“. . . tan lejos de Dios y tan cerca de los Estados Unidos”, frase que por cien años hemos escuchado y que coloquialmente se atribuía a Porfirio Díaz, aunque en realidad es de Nemesio García Naranjo, un intelectual y periodista regiomontano que se encargó de ponerla en sus crónicas en labios del dictador mexicano, sabiendo que así sería más fácil inmortalizarla.
Qué tan cierta, tan profunda y tan actual es esta sentencia centenaria. Porque lo que sí es una realidad es que, al final, ni el tiempo ni los cambios de tendencias ideológicas políticas podrán lograr que se rompa esta relación que surgió para prevalecer por una circunstancia o tragedia meramente geográfica.
La relación comercial que sostienen México y Estados Unidos es una bendición y una tragedia. Algo pudieran alegar ambos países a su favor y es que no es culpa de nadie, lo es del destino. Es simplemente una bendición geográfica y una tragedia ideológica. Pero como dirían los gringos: It is what it is.
Pues bien, el pasado 16 de agosto iniciaron las tan anunciadas rondas de negociaciones entre Mexico, Estados Unidos y Canadá para la revisión de términos y condiciones del Tratado de Libre Comercio (TLC), lo que abre un nuevo capítulo en las relaciones entre los Estados Unidos y su vecino incómodo del sur.
La relación bilateral con Estados Unidos es la de mayor profundidad para México y también para los Estados Unidos. La población hispana de origen mexicano en la Unión Americana llegó en 2015 a los 34.6 millones de personas, de acuerdo con un análisis del Pew Research Center, basado en la Encuesta sobre la Comunidad de la Oficina Nacional del Censo de los Estados Unidos. Solo en el área metropolitana de Los Ángeles, en el estado de California, viven más de 21 millones de personas, de las que una tercera parte son mexicanos, lo que la hace la zona metropolitana más habitada por connacionales después de la zona metropolitana de la Ciudad de México. Se estima que en los Estados Unidos viven más de 35 millones de descendientes aztecas, de un estimado de 330 millones, por lo que más de 10% de su población es mexicana. Los flujos de inversión extranjera directa de México a Estados Unidos se han incrementado de 1999 a 2014 hasta los 17 mil millones de dólares.
En enero de este año el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció la renegociación del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) con México y Canadá, en tanto que el presidente Enrique Peña Nieto y el premier canadiense, Justin Trudeau, acordaron sumar esfuerzos para continuar impulsando la integración económica de América del Norte.
En este contexto y circunstancias, resulta que la renegociación puede y tiene que ser positiva para las tres partes y representa una oportunidad, porque México está preparado para alcanzar acuerdos que permitan asegurar que el libre comercio lo siga siendo, es decir, sin la aplicación de aranceles o compensaciones, e incrementar un intercambio de mercancías que apuntale el desarrollo de sus socios, genere mayor inversión y ofrezca mejores empleos para el bienestar de sus poblaciones.
Por supuesto que la apertura a renegociar el TLC será el reto más importante en materia comercial para México en lo que va de este siglo y tiene que ser la mejor oportunidad para conseguir condiciones justas en esta relación comercial. Estados Unidos llega a la negociación con una estrategia llamada BULLING, que consiste en empujar y empujar al enemigo, como hace un toro, (bull) hasta conseguir acorralar a la presa. La gran ventaja que tiene México sobre los Estados Unidos es haber heredado y aprendido de los españoles una disciplina que se llama toreo, donde el matador enfrenta al toro con gran valor, destreza e inteligencia, esquivando los embates de este rudo pero torpe animal, hasta el momento en el que se le clava la estaca, de frente y con precisión.
¡Suerte matador!, que en esta faena seremos tolerantes con la violencia animal.