No es el sillón, ni el escritorio, ni siquiera la silla del coche: el verdadero problema es pasar demasiadas horas sentado sin mover un solo músculo. El cuerpo humano no fue hecho para la inactividad constante y, cuando se acumulan ocho o más horas sin moverse, los efectos son silenciosos pero reales: pérdida de fuerza, fatiga, debilidad ósea, y mayor riesgo de enfermedades metabólicas o cardiovasculares.
La buena noticia es que no hay que volverse atleta olímpico para contrarrestarlo. Basta con sumar entre 60 y 75 minutos de movimiento al día, desde caminar a paso ligero hasta hacer rutinas moderadas que incluyan fuerza.
A lo largo del día, cada pequeña pausa cuenta. Levántate de la silla, camina mientras hablas por teléfono, sube escaleras o simplemente cambia de postura cada media hora.
Y aunque estos microgestos ayudan, no sustituyen al ejercicio formal: hacer actividad física diaria —aunque sea dividida en bloques— es una de las mejores decisiones para vivir más y mejor. Así que si vas a estar sentado, que sea solo una parte de tu día, no la historia completa.