Escribo esta colaboración a pocas horas de que se llevó a cabo la Cumbre de Líderes de América del Norte, que no ocurría desde 2016, cuando los entonces presidentes Obama y Peña y el primer ministro de Canadá, Justin Trudeau, sellaron la gran hoja de ruta de la región más potente económica y políticamente del mundo.
Para darnos una idea de la dimensión, se estima que los tres países juntos aportan el 35-40% del PIB global, por lo que no hay ningún otro bloque de países que comercie más entre sí, que viaje más entre sí o que tenga la relación política más rica y compleja. Desde su inicio -fue una idea de Obama, encargada al entonces vicepresidente Biden y secundada por Trudeau, a la cual se sumó nuestro país- se propuso tener una reunión por año para establecer una agenda regional y agotar la parte bilateral.
Los tres líderes se dejaron de reunir durante la época de Donald Trump, quien nunca creyó en el mecanismo y prefirió tratar a AMLO en lo bilateral y con Trudeau nunca tuvo relación personal alguna y dejó a la burocracia diplomática estadounidense hacerse cargo de la relación.
El espaldarazo de relanzar el mecanismo por parte de un Biden a quien le urgen buenas noticias en lo internacional y a quien en lo doméstico le pudiera resultar positivo trabajar con Canadá y México en ciertos temas que políticamente le resulten cómodos de cara a la elección intermedia de 2022, es un escenario que el gobierno de AMLO debe aprovechar.
Más allá de nuestra complicada agenda bilateral, cuyo contenido se basa en migración, comercio y seguridad, hay otros temas que de manera trilateral pudieran avanzar más rápido: la agenda post Covid-19, el futuro de las cadenas de suministro regionales y la agenda energética que también preocupa y ocupa a Canadá.
¿Pero que falta en el mecanismo de los tres amigos? Desde mi perspectiva, urge una agenda de viajes y turismo. Estados Unidos y México son dos países vecinos que dependen en 70-85% del turismo, tanto en vía aérea, terrestre y por crucero. Al estadounidense le gusta y conviene viajar a los destinos de México por su cercanía, mientras que al mexicano le encanta ir de compras a los “outlets” en Estados Unidos y visitar los parques temáticos en Florida y California. Al canadiense le encanta abarrotar las playas mexicanas en invierno y a muchos mexicanos nos gusta no sólo ir de placer a Canadá, también a estudiar o emigrar a encontrar un mejor futuro.
Aún cuando el tema de viajes y turismo no se incluyó en el comunicado final, hay esfuerzos de los tres gobiernos por encontrar el mejor canal para desarrollar esta agenda económica conjunta. Hay también indicios del lado mexicano a través del Consejo Nacional Empresarial Turístico (CNET) por construir con sus contrapartes una agenda de competitividad regional en materia turística.
En conclusión, esta fue la tercera visita del presidente López Obrador a Estados Unidos en lo que va de su administración. El presidente aprovechó su capacidad política para sentar las bases de una relación de respeto, de iguales y sobre todo muy ad-hoc a su narrativa 4T. Al tiempo.