El anuncio del Departamento de Transporte de Estados Unidos (DOT) sobre la revocación de 13 rutas aéreas entre México y diversas ciudades norteamericanas encendió las alertas en el sector aeronáutico y turístico. La medida no es definitiva: aún falta una orden final que, de emitirse, iniciaría un plazo de 108 días hábiles para su entrada en vigor. En otras palabras, se trata de un manotazo político y económico sobre la mesa, más que de una cancelación inmediata.
El trasfondo de la decisión tiene raíces en las tensiones derivadas del Acuerdo Bilateral de Transporte Aéreo firmado en 2015. Washington acusa a México de haber limitado la operación y asignación de slots para aerolíneas estadounidenses, especialmente en el Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (AICM) y en el Felipe Ángeles (AIFA). El DOT sostiene que esto ha afectado la reciprocidad acordada y, en respuesta, optó por frenar nuevas rutas mexicanas hasta que se restablezcan condiciones de competencia equilibradas.
De confirmarse la orden, las aerolíneas nacionales —principalmente Aeroméxico, Volaris y Viva Aerobus— serían las más afectadas, pues algunas de sus rutas hacia Houston, McAllen, Newark, Dallas y Los Ángeles quedarían suspendidas o sin autorización de expansión. El impacto sería doble: una pérdida temporal de conectividad internacional y un mensaje de presión diplomática en pleno contexto electoral estadounidense.
Impacto potencial para México
El mercado aéreo entre México y EE. UU. representa más de 33 millones de pasajeros anuales, equivalentes al 70 % de todo el tráfico internacional que recibe el país. Una reducción, incluso parcial, del 3 % en capacidad equivaldría a casi un millón de asientos menos por año, con afectaciones directas al turismo, cadenas logísticas y conectividad empresarial.
En términos económicos, ese millón de pasajeros podría representar alrededor de mil millones de dólares en derrama perdida, considerando un gasto promedio de 1,000 USD por viajero internacional. Además, los vuelos mixtos (pasajeros + carga) mueven cerca del 40 % de la carga aérea internacional mexicana, por lo que el impacto se extendería también a exportadores del sector automotriz, farmacéutico y perecedero.
Sin embargo, el DOT aún no ha emitido la orden final; los 108 días comenzarían a correr solo después de esa notificación formal, lo que abre una ventana de negociación. Este periodo podría ser aprovechado por ambas naciones para restablecer entendimientos técnicos y evitar daños económicos innecesarios.
En medio de la incertidumbre, Quintana Roo podría capitalizar la coyuntura. Con el Aeropuerto Internacional de Cancún —el segundo más importante del país— y una red en expansión con Cozumel y Tulum, el estado tiene margen para atraer rutas o frecuencias que se desplacen desde aeropuertos saturados o en disputa.
En 2024, Cancún registró cerca de 26 millones de pasajeros internacionales, consolidándose como el punto de mayor conectividad de Latinoamérica hacia Estados Unidos y Europa. Si solo el 5 % de los pasajeros afectados por la eventual medida del DOT fueran redirigidos hacia Cancún, se sumarían alrededor de 100 mil visitantes adicionales, con una derrama potencial cercana a 100 millones de dólares.
El gobierno estatal y los grupos aeroportuarios podrían enfocar esfuerzos en tres líneas estratégicas:
Promoción internacional inmediata para captar nuevas frecuencias desde aerolíneas estadounidenses.
Incentivos fiscales y operativos para las líneas que trasladen rutas o aumenten capacidad hacia el Caribe mexicano.
Coordinación diplomática con la Secretaría de Relaciones Exteriores y la SCT para fortalecer la posición de México ante el DOT sin afectar la imagen del país como destino turístico seguro y competitivo.
Equilibrio entre riesgo y oportunidad
La posible cancelación de rutas es un recordatorio de que la política y la economía aérea están íntimamente ligadas. En un entorno donde la conectividad se ha convertido en un indicador de confianza, México no puede permitirse enviar señales contradictorias. La diplomacia económica será clave para que este episodio no derive en sanciones permanentes.
Para Quintana Roo, cada turbulencia en el espacio aéreo nacional puede convertirse en viento a favor. Con infraestructura moderna, altos niveles de ocupación y liderazgo turístico consolidado, el estado puede transformarse —una vez más— en el punto de equilibrio entre crisis y oportunidad.
¡Hasta el próximo mes con más retos y oportunidades!
Sin miedo a la cima, porque el éxito ya lo tenemos.
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