La globalización y la propagación de las transnacionales en el mundo son un hecho. No se nos está preguntando si las queremos o no, sino que ya entraron en nuestras vidas. Las crisis económicas de otros países nos afectan sin pedir nuestra opinión.
¿Son compatibles economía y sustentabilidad?
Basados en la propia experiencia (que es como actuamos el 99.9% de los interesados en la ecología) y no en el conocimiento científico, hemos descubierto que se han encendido algunos focos rojos de alarma. Ya sabemos que el ciclo de la vida en la tierra marca una absoluta y total interrelación entre todos y cada uno de los seres vivos de este planeta, incluyéndonos a nosotros, y nuestro entorno natural. Hemos descubierto que el equilibrio ecológico del que depende todo ser vivo es muy frágil.
El factor de mayor desequilibrio natural en el presente no es la visión antropocéntrica humanista, sino la inmensa capacidad creativa de la especie humana aplica egoísta e inconscientemente. Si seguimos degradando nuestro medio ambiente al ritmo en que lo hemos venido haciendo en los últimos años, llegaremos a un grado en el que los daños serán irreversibles y nuestro planeta se convertirá en un lugar inhabitable. Dicho en pocas palabras, nosotros mismos somos los destructores en potencia de la especie humana. Este es nuestro nivel de responsabilidad.
Y es en este punto donde se ve más claramente lo que puede ser el desarrollo sustentable. No es otra cosa más que un desarrollo humanista, con plena conciencia del pasado, presente y futuro, centrado en la visión ética de que el ser humano es fin y no medio.
Desarrollo sustentable es aquel que hace bien a toda la humanidad, presente y futura. No está enfocado a una persona, ni a un grupo de personas, ni a un país, sino que se apoya en una visión globalizada.
Ahora bien, la mayoría de los ecologistas actuantes confunde el desarrollo mal hecho y egoísta con todo el desarrollo. Muchos ecologistas se lanzan entonces con furia contra todo esfuerzo y tipo de desarrollo, sin discriminación alguna. Su lucha se convierte en una manifestación psicológica de temor a la muerte y, como sabonarolas modernos, quieren lanzar a la hoguera a todo ser humano que promueva el desarrollo, adoptando una actitud reduccionista, retrógrada e involucionista, capaz de permitir el hambre y el sufrimiento de miles o millones de seres humanos, con tal de no tocar a la sagrada naturaleza. No se dan cuenta de que lo único sagrado que hay en la faz de la tierra es el humano, porque es el único que puede tener conciencia de lo que es sagrado. La naturaleza es sagrada no en sí misma, sino en su relación con lo humano, no distinguen sujeto de objeto, ni manifestación de presencia. El espíritu se manifiesta en todo el universo, pero sólo hace presencia en el ser humano, pues es éste el único que se da cuenta.
Ecología frente a desarrollo
En “El desarrollo sustentable y las empresas”, libro de la prestigiada ecologista Eva Krass, presentado como tesis en el Instituto Tecnológico de Estudios Superiores de Occidente, la autora no desarrolla un tema o argumentos que apoyen su «tesis», sino sólo trata de reafirmarla sin pruebas, por lo que no se trata realmente de una tesis sino más bien de una afirmación, de una opinión personal.
Según ella (Prologo p. XV ), el énfasis del sector empresarial, constituido por las organizaciones que controlan la industrialización, ha sido dirigido siempre hacia la optimización de la productividad humana, o de las máquinas, a fin de generar las máximas utilidades.
Citemos algunas de sus afirmaciones:
«Pero los empresarios siguen insistiendo que sólo cuenta lo económico.» (Prólogo, p. XVI.)
«De otra manera es casi seguro que México escoja caer en las mismas trampas que los países consumidores del Norte.» (p. 4.)
«Se considera al crecimiento la cura para la pobreza que evita la redistribución de la riqueza y el control de la natalidad, que políticamente se consideran un tabú. (p. 5.)
«La mayor parte de los investigadores y del material publicado acerca del desarrollo sustentable proviene de los países altamente industrializados del Norte.» (p. 8.)
Ya en el capítulo 2 establece la premisa de que todos los valores antiguos, o anteriores, y las tradiciones son buenos para la humanidad y los modernos son malos, ya que esos valores han sido superados «por la monocultura empresarial» (p. 12).
Ella, como toda persona apasionada, presenta un escenario maniqueo de buenos y malos, culpables y víctimas, abusivos y abusados, en el cual, todos los problemas ecológicos son responsabilidad de los empresarios por su afán de riqueza económica.
Una vez planteado ese esquema, su libro se vuelve todo un alegato para justificarlo y reafirmarlo, y desde su tribuna da consejos para crear una nueva cultura empresarial, que proteja la ecología y divulgue los valores tradicionales.
Por otro lado, fuera de su esquema maniqueo, enriquece conceptos de la visión norte-sur y colabora dando la alerta de la problemática ambiental. Por su personalidad y trascendencia, sus ideas son un aporte al tema ecológico.
Yo creo que en el problema de la contaminación no hay buenos y malos, sino que todos somos culpables
Maniqueísmo
¿Por qué en términos de contaminación todos somos culpables? Veamos
En última instancia, no existe producto, fabricante, productor, empresario etc, sin consumidor. Cualquiera de nosotros hace lo siguiente:
Se levanta y se baña: Consume gas, jabón, champú.
Pasa al baño: Genera drenaje contaminante.
Se lava los dientes: Usa pasta y cepillo dental.
Se viste: Utiliza algodón y fibra sintética.
Se pone zapatos: Emplea cuero y hule.
Desayuna: Consume leche, huevos, carne, cereales, mermelada.
Se traslada: Usa coche, plástico, genera humo, combustible, etc.
Son las 8:30 a.m. y ya hemos consumido productos y generado desperdicios contaminantes. Pero además vivimos en una casa que fue selva con árboles y animales. Usamos carreteras que simple y sencillamente dividen en dos los ecosistemas.
¿Cómo sustraernos a ese consumo?, ¿cómo sentirnos libres de culpa?, ¿cómo creer que los malos contaminan y los buenos no? En las sociedades en donde trabajan hombres y mujeres, en donde se están desarrollando las legislaciones y procesos de mayor cuidado ecológico, hay quienes contaminan mucho más, pero lo hacen para satisfacernos a nosotros, los consumidores. Actualmente somos alrededor de 6 000 millones de personas en el planeta; si lo que consume y contamina cada uno de nosotros lo multiplicamos por esa cantidad, entonces tendremos una idea de la magnitud del problema.
En la integración de todas las personas con conciencia radica la esperanza de iniciar un proceso largo y doloroso de reestructuración de valores sociales y económicos relacionados con la ecología, pues sólo esa energía conjunta, asumida como responsabilidad, puede generar la fuerza requerida para el cambio.
La idea de que el ser priva sobre el tener me parece maravillosa para el que todo lo tiene, pero para el desposeído es como una esperanza de salvación y de felicidad del alma después de la muerte. Debemos aspirar a ser, a tener y a vivir a plenitud, pero no a costa de las generaciones futuras. Debemos asumir nuestra corresponsabilidad en todos los procesos integrados de una vida plena; en eso consiste la conciencia ecológica.
Pondré un ejemplo claro: el concreto que produce una fábrica mediante un proceso contaminante cuesta 200 pesos la tonelada, que se vende a 220. Un proceso no contaminante lo produce a 300 pesos, que se vende a 330.
Ambos producen 10% de utilidad, ¿por qué el productor habría de querer contaminar? Si el mercado paga el costo del proceso no contaminante (y el mercado somos nosotros), él utiliza ese proceso y punto. Las economías pobres no pueden pagar el sobreprecio; requieren productos baratos y por eso los consumen. En México, las casas del Infonavit tienen 30 m2, ¿las queremos más chicas, más baratas?
Algunos ecologistas se olvidan de que ellos también son consumidores, y de esa forma se lavan las manos y de paso las nuestras. Es lindo leerlos, nos descargan la conciencia y nos hacen sentir bien al dar a entender que otros son los malos.
Vayamos a los viejos y maravillosos «valores culturales históricos», que en algunos casos son una mezcolanza religiosa -ni cristiana, ni indígena- con rituales marcados por el aguardiente, la costumbre de golpear a la esposa, y los frecuentes casos de violación a las hijas menores, o el derecho de pernada de los grandes hacendados, así como de los señores feudales de la edad media. Esos son los viejos valores que no acaban de evolucionar. Sus defensores no se dan cuenta de que es la evolución de los valores lo que nos ha convertido de bestias en humanos.
Los derechos humanos son producto de la evolución de los valores que se produce en el Renacimiento y que termina con los viejos valores de la Edad Media. Y en el siglo XX, la liberación de la mujer es producto de la evolución de los valores que se da durante la revolución industrial. Pero así son las visiones cerradas, parten de visiones parciales para llegar a condiciones parciales, porque no soportan el cargo de conciencia de ser coparticipes de la realidad que todos vamos creando.
Se cree erróneamente que esta sociedad de consumo y sus reglas económicas son perversas, que hay que crear otro modelo económico y otra actitud de consumo. Esta idea ha generado una enorme cantidad de literatura filosófica, ecológica, esotérica, etc. Pero nunca se esclarece cuál es ese sistema maravilloso de no consumo, de ser y no de tener. En este siglo se han probado comunismo, socialismo, dictadura, reinados absolutos, emperadores, etc., pero sólo la sociedad democrática, con división de poderes y un sistema de libre mercado, ha generado los países más poderosos del mundo, más libres y más conscientes del problema ecológico.
Tenemos una guía general, no un modelo, en esos 10 países altamente desarrollados. Presentan problemas importantes reales, que se tienen que considerar, pero los otros «modelos» han sido caóticos, cuando no aterradores. Muy pocas personas saben que el régimen genocida de Pol Pot en Camboya era el de retorno al pasado, el de repudio absoluto a la tecnología, el de regreso al contacto con la naturaleza, en donde hasta saber leer era motivo de exterminio. Después del régimen fascista, ha sido la experiencia más aterradora del siglo.
Existen factores que impiden ver con claridad dónde se encuentra efectivamente el conflicto entre desarrollo y ecología, y que deforman el concepto de desarrollo sustentable.
Es propio de las culturas hispánicas dividir las sociedades por clases. Sentencias como «Es más fácil que un camello pase por el ojo de una aguja, a que un rico vaya al cielo» o «El pueblo ignora la realidad» son falsos y tendenciosos. La sociedad no se divide entre los que todo saben (poquitos) y los que todo ignoran (muchitos), tampoco entre los que producen mal (empresarios) y los tontos que son engañados (consumidores).
Es fundamental entender la visión de cada sector.
Existen empresarios buenos, regulares y malos, y lo mismo se puede decir de los consumidores. Hay empresarios que se preocupan por abatir costos, incluyendo el ecológico, y mejorar la calidad de sus productos, así como hay consumidores inteligentes que realizan compras razonadas .Así es el mundo real, y sólo a partir de él se pueden hacer análisis serios para llegar a conclusiones confiables .
También es muy común la creencia de que los problemas del futuro se van a solucionar con las tecnologías del presente. Pero esto no es así. Para resolver el problema de alimentos que se avecina habrá que profundizar el desarrollo de la biotecnología, la biogenética, la producción de hidroponia, las revoluciones verdes y una inmensa e impensable tecnología aplicable al transporte no contaminante, al control genético de plagas, a la producción biológica de fertilizantes, a la acuacultura, etc.
Los problemas del futuro, que nos parecen insolubles, se van a resolver con la tecnología del futuro, pero sólo si queremos; por ejemplo, si decidimos no considerar la clonación como la manifestación del diablo, sino como una forma más controlada de mejorar la calidad y productividad de la ganadería, y así se podrían poner muchísimos otros ejemplos.
La calidad, la eficiencia, la productividad y la competitividad son características comunes en los países del futuro, mientras que el miedo, la trampa, el tabú dominan en los países que no prosperan.
En resumen, hay entre los ecologistas dos modos básicos de pensar que se distinguen muy bien entre sí, a saber:
Hay buenos y malos. Todos somos iguales.
Hay culpables e inocentes. Todos somos en mayor o menor grado culpables.
Hay viejas culturas buenas. Las viejas y nuevas culturas
y malas modernas tienen cosas buenas y malas.
Los culpables son los empresarios Los culpables somos todos los que consumimos.
Los inocentes el pueblo los inocentes
el pueblo.
La tecnología es contaminante. La tecnología es la esperanza.
El mundo se va a acabar. El mundo no se va a acabar porque no lo vamos a
permitir nosotros, los millones de personas que
estamos preocupados de lo que está pasando
En el proceso evolutivo del universo existen distintos grados, en las especies se manifiestan igual y en los seres humanos también. El nivel de conciencia es el que da nuestro propio albedrio y parámetro de visión del mundo y por lo tanto de análisis y valores superiores
Generaciones en el desarrollo de la conciencia
A partir del principio general que marca el imperativo ético de que todo ser humano es fin y no medio, podemos esquematizar el comportamiento de los seres humanos en relación con el nivel de conciencia que manifiesta en su entorno social, económico y ecológico, de la siguiente manera:
Ciudadano de 1° generación: En su visión, el otro no existe y el entorno está a su servicio. Es una visión arcaica y egoísta, en donde él es el centro y la totalidad. Ne se integra ni colabora
Ciudadano de 2° generación: Piensa en el otro; su visión se amplia, aunque se limita a su círculo más íntimo con el que se identifica.
Ciudadano de 3° generación: Se integra a la visión del otro como una totalidad; su visión es universal y se sabe integrado en espíritu a los demás y en cuerpo a su biosfera. Actúa, se organiza y colabora.
Empresario de 1° generación. Piensa en las utilidades, no tiene visión de grupo ni de consumidor, extrae lo que puede y abusa.
Empresario de 2° generaciones: Se preocupa por el consumidor y por lo tanto selecciona su producto y busca calidad y precio.
Empresario de 3° generación: Toma en cuenta colaboradores, consumidor, precio, calidad, medio social y ecológico.
Ecologista de 1° generación: Tiene miedo de que se acabe el mundo, ama la naturaleza más que a sus semejantes, prefiere pelear que integrarse, no dialoga, no explora, no busca, se hunde en su temor y se enfrenta al mundo.
Ecologista de 2° generación: Se da cuenta de que lo humano y social existe con derechos prioritarios, busca soluciones, pero aun jerarquiza lo natural sobre lo humano.
Ecologista de 3° generación: Reconoce lo humano como la conciencia de la existencia misma, sabe del peligro de desequilibrar la biosfera, integra y trata de solucionar el conflicto entre desarrollo y ecología.
Político de 1° generación: Se centra en el poder; en su visión sólo existe el valor de ascender en esa escala; lo social y la ecología son un medio de sus ambiciones, todo lo circunscribe a su egoísta visión del poder.
Político de 2° generación: Se da cuenta de que el otro existe, que su función afecta positiva o negativamente, trata de ascender mediando su visión egoísta del poder y su conciencia del otro.
Político de 3° generación: Se sabe un servidor de su comunidad; su objetivo es el servicio a los otros, se preocupa por lo social y por el medio ambiente.
Ciudadano, empresario, ecologista y político: de alguna forma, cualquier persona consciente se sabe y se entrega a esas cuatro funciones, pues para una vida integrada requerimos abarcar la totalidad de esas visiones y sabernos parte del todo, de todos y la totalidad misma.
Lo que cada día es más grave, delicado y peligroso es el desarrollo mal hecho, el que no toma en cuenta en sus costos, el gasto ecológico, el que no le importa el precio futuro, sino el beneficio presente. Ese es el tipo de desarrollo que debemos combatir, ahí está el enemigo.
Pero cuando hablamos de culpables aparece un tema apasionante de geopolítica y globalización que casi nunca se toma en cuenta. Hoy por hoy, los países más desarrollados del mundo que constituyen menos del 20% de la población mundial producen más del 80% de los contaminantes globales que afectan al planeta, a excepción de Rusia, y el 90% de los accidentes nucleares se han producido en países desarrollados. Pero además, ellos ya le cobraron anticipadamente al planeta un precio ecológico gigantesco para crear sus capitales primarios. El Támesis y el arrasan los océanos, son sus enormes consumos de combustibles fósiles los que más contaminan la atmósfera. Pero fueron por decenios los mares; son sus flotas pesqueras las que Mississippi fueron ríos de lodos putrefactos que contamina su estrategia es echarnos la culpa, crearnos un sentido de responsabilidad que les descarga su conciencia y darse el lujo de patrocinar y subsidiar organizaciones ecologistas en países del quinto mundo, porque están preocupados de la calidad del aire que respiran. Lo grave no es que lo haga defender sus intereses, sino que nosotros les creamos.
Los países desarrollados arrasaron ecológicamente a los países colonizados, así como a sus propios países en una época en que ellos mismos lo permitían. Ahora, con el capital creado, aparte de curar sus heridas, adoptan una actitud de inocencia y nos señalan con el dedo como culpables del desastre ecológico.
Estos argumentos no nos autorizan a ser salvajes como fueron ellos, pero sí debemos crear nuestra propia normatividad, no permitir que ellos sean los rectores de nuestro desarrollo, pagar los precios mínimos del desarrollo, porque somos países en donde imperan los contaminantes más peligrosos de todos: la miseria, la pobreza, la ignorancia y la desnutrición.
Para concluir, diremos que nuestras reacciones deben ser inteligentes y no emocionales, y que el concepto de desarrollo sustentable no es simple biología, o química o física, o naturaleza, o conservación, sino algo muy complejo centrado en lo humano.
Desarrollo sustentable
Aunque el tema del desarrollo sustentable es de carácter universal, hemos de aceptar que cada país, cada comunidad tiene que desarrollar sus tesis particulares con base en sus características históricas y económicas y realizar su propia legislación. Hablamos a manera de ejemplo, de una obra en la Riviera Maya y analicémosla en sus consecuencias.
1. Factor medio circundante. La obra se va hacer en México Paradigmático, en el estado de Quintana Roo, en la Riviera Maya, esquema municipio de Solidaridad. No podemos sustraernos a esa realidad. México es un país empobrecido que requiere desesperadamente capital, productividad, fuentes de trabajo.
El desempleo y el subempleo suman en este país cerca del 50%, lo que implica hambre, desesperación, inseguridad social e ignorancia.
2. El desarrollo en sí mismo impacta la ecología. Lo importante es que el impacto sea el menor posible, que no se dañen ecosistemas interrelacionados. Es fundamental comprender que los factores determinantes están marcados en el Plan de Ordenamiento Ecológico del Corredor Cancún-Tulum. Sabemos que éste está mal, pero hay que corregirlo y respetarlo. Esto incluye, claro está, que en insumos y desechos la construcción no genere contaminación.
3. El impacto en el medio social circundante. Este factor es de gran importancia, pues cualquier desarrollo que genere fuentes de trabajo aumentará los requerimientos de infraestructura, que de no satisfacerse conllevan un alto riesgo de contaminación principalmente por desechos.
Únicamente tomando en cuenta estos tres factores podemos en realidad hacer desarrollo sustentable:
1.- Sólo un necio o un fanático se atreve a afirmar que los mexicanos pueden ser humanos realizados sin trabajo. Sin trabajo no hay ni dignidad, ni justicia, ni conciencia. Es indiscutible que México requiere fuentes de trabajo. No podemos, por proteger un árbol, permitir que seres humanos mueran de hambre. Tenemos que generar la fuente de trabajo y proteger al árbol.
2.- Al hacer un desarrollo, son fundamentales dos condiciones: 1) minimizar su impacto ecológico ajustándose a la legislación (una vez bien corregida ésta); y 2) programarlo para que no genere contaminación directa.
Notas al margen
Ecología. Ciencia que estudia las relaciones de los seres vivos en su medio ambiente.
Parte de la sociología que estudia la relación de los grupos humanos y su medio ambiente, tanto físico como social.
Sociología. Ciencia que trata de las condiciones de existencia y desenvolvimiento de las sociedades humanas.
Ciencia. Conocimiento de los cierto de las cosas por sus principios y causas.
Desarrollar. Acrecentar, incrementar una cosa de orden físico, intelectual o moral.
Global. Tomado en conjunto.
Antropocentrismo. Doctrina o teoría que supone que el hombre es el centro de todas las cosas, el fin absoluto de la naturaleza.
Maniqueísmo. Secta de los muniqués
Maniqueo. Aplicase al que sigue las enseñanzas de Manes, que admitía dos proyectos creadores, uno para el bien y otro para el mal.
Albedrio. Potestad de obrar por reflexión y elección.
Dícese normalmente libre albedrio
Geopolítica. Ciencia que pretende fundar la política nacional o internacional, en el estudio sistemático de los factores geográficos, económicos y raciales.
Paradigma. Modelo o esquema de pensamiento.