“Aquel que podría haber sido una antorcha y se inclina a ser solamente una cadena, es un desertor.”
– José Martí.
– ¿Por qué nunca regresaste? – Le pregunté aquella tarde de varias en que le acompañaba a tomarse su coñac y fumar el puro de la jubilación.
– Por… tristeza. – Me miró con esos ojos verdes que contaban historias; que narraban Guernica, el Athletic de Bilbao, la Trasatlántica Española, Veracruz, Nueva York… La Habana. Siempre La Habana. – Quería llevar a tu madre y por una cosa u otra no se podía. Luego, cuando sí se pudo, llegó el 59 y…
– Ya. Los Barbones.
– Eso. Al principio pensábamos “Bah, cambia el poder de manos y el mes que entra, hala, que siga la fiesta”, pero no. No sé si Batista era un dictador; probablemente sí. Y los casinos, con la mafia metida de cuerpo entero en el juego y la prostitución. Pero, ¿te digo qué podía hacer el cubano entonces? Elegir. Hoy me dicen que no votan; que las cartas las revisan; que no pueden salir; que todo pa’l Estado. Que la gallina no es tuya, que te la prestan, pero tú la trabajas hasta que se muera; tres huevos pa’Fidel y uno pa’ti. Ese ha sido el gran problema del hombre. Le molesta la libertad del otro. – La nube de humo que sale de su Partagás, lo pierde por un instante en la aromática neblina de otro universo paralelo.
La conversación con mi padre me viene a la mente, como muchos recuerdos más cuando pasas del quinto piso, y se decantan como si esos días y esas noches, hubieran sido míos. El olor a sal y algas podridas del malecón con el viento del norte; la orquesta que se escucha a lo lejos; lo mismo un swing que un chachachá. Descender del Covadonga atracado en el muelle y esperar los abrazos y los brindis de los amigos extrañados. Pero la efeméride pertenece a otro mundo, a otro análisis personal y afectivo que, por muy aparentemente idealizado, existió y es que luego del primero de enero de 1959, el planeta asistió a otro fenómeno de catalepsia histórica y acercó el geopleito de vecindario más próximo de lo que uno de los bandos en pendencia hubiera querido y de paso, creando ciertos contenidos mitológicos contemporáneos interesantes para el microscopio de las ciencias políticas. ¿Alguien dijo bloqueo?
Una de las palabras más reiteradas durante la interminable ristra de discusiones, peleas, insultos y descalificaciones que hicieron arder apasionados debates luego del histórico (en realidad todo es histórico, pero se hace énfasis en la palabra cuando de verdad el tema es de trascendencia cósmica) despliegue social en varias de las ciudades más importantes de Cuba, fue “bloqueo”. Y aquí radica parte de esas fábulas de la guerra fría con las que muchos baby boomers/Gen X crecimos. La contracultura Hippie, la foto de Korda en carteles y camisetas, el santificado mundo libre defendido por Bond, James Bond o el siniestro e inhumano bloqueo con el que la perversión del imperialismo yanqui ha matado de hambre al pueblo de Cuba y la heroica resistencia de la Revolución. Patria o muerte, ¡venceremos! Así crecimos y así, muchos, gracias al escrutinio de la lectura generosa en bibliografías, las conversaciones, las entrevistas y los viajes fuera del itinerario del turista domesticado, hemos ido rompiendo y deconstruyendo como si creáramos una nueva especie de bestia organizada pacientemente hueso a hueso, músculo a músculo, neurona a neurona. La Historia (con mayúscula), como una ciencia pendiente de su reivindicación. Tal vez el resultado nos guste, tal vez nos choque, sin embargo, es un ejercicio de justicia. Pero el espacio se reduce con cada idea y tan solo como proverbial mosca en la oreja… “Que no.” – discutía mi padre-. “Eso de bloqueo son chorradas”. Ciertamente, la palabra bloqueo es sumamente agresiva; me recuerda a un partido de futbol americano y probablemente, hablando de la isla caribeña, fuera de la imaginación de quienes lo siguen creyendo, lo hubo durante la crisis de los misiles en el 62 para evitar la llegada de más barcos soviéticos cargados con apocalípticos fuegos artificiales. El resto forma parte de una narrativa en el rejuego ideológico en donde cada participante tiene su muy merecida culpabilidad y protagonismo. Castro, como amo y señor de la Revolución, decidió al confiscar empresas norteamericanas, que serían expropiadas para el bien del pueblo y nunca pagó indemnización. El castigo fue, palabra distinta, connotación distinta, un embargo económico que se suaviza durante las administraciones “demócratas” en Estados Unidos, como sucedió durante la era de mayor acercamiento en años con Obama. ¿Con esto estoy intentando exculpar a la Unión Americana? Muy lejos de eso. El embargo ha generado daños por cerca de 125 mil millones de dólares a la economía insular. Pero no nos equivoquemos: Estados Unidos es el quinto socio comercial de la isla. Cada año envía miles de toneladas de alimentos, además de las remesas que mandan los exiliados; unos mil millones de dólares al año. ¿Cuál bloqueo?
Siento que en cualquier momento mi editor hará efectivo un bloqueo a mi persona, así que les dejo con estos datos, una pausa y la promesa de continuar. Cuba es tan nuestra, que apasiona; tan necesaria, como un órgano insustituible a nuestra fisiología histórica y cultural. Dejamos la pausa fijada en Benny Moré, mientras mi padre sigue disfrutando su tabaco de Vuelta Abajo; más allá del humo, el capitán anuncia el contorno. “Hemos llegao”.
Iñaki Manero.
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