La aplicación que usamos principalmente en México para conversar en grupo o individualmente, supuestamente en pláticas cortas, escribiendo solicitudes expresas y hacer notificaciones, es el Whatsapp. Me río un poco de mí misma para decir que nos ha ayudado a solucionar graves problemas de comunicación en las empresas.
Evidentemente la comunicación ha cambiado muchísimo; ahora es de mala educación llamar por teléfono sin antes haber mandando un mensaje para preguntar si te pueden tomar la llamada.
Los stickers sustituyen palabras, abreviaturas que significan frases completas y la interpretación está en función a la edad del receptor.
Esta aplicación sí mejoró la comunicación, la hizo más dinámica. En un grupo se pueden publicar avisos, convocar juntas, señalar acciones y seguimientos; todos pueden leerlo rápidamente y aportar ideas. Pero como buenos humanos que somos, nos encanta complicarnos.
Levante la mano quien odie los mensajes hablados de más de un minuto de duración. O el famoso sticker de ‘Buenos días’ o ‘Que dios los bendiga en este día’ que manda nuestra querida Cheli (en todas las empresas existe una), pero lo mejor es que todos le contestan, y cuando te estás sentando en tu escritorio ya tienes un chat con 200 mensajes de los cuales sólo el 1% era importante y además, por ley de Murphy, ese mensaje que se te perdió entre tantos era responsabilidad tuya o una información crucial o una cancelación de la junta en el fin del mundo o cualquier otra cosa que para la próxima vez decides sí leer los 200 mensajes insustanciales.
Ahora los empresarios nos estresamos porque tenemos 99+ globitos abiertos y sólo son las 11 am; si nuestro celular no es únicamente empresarial, dentro de esos grupos están los familiares, los de amigos, los temidos chats del colegio, los chats de la cuadra o los de donaciones.
Mucha información, mucha interacción, pero la pregunta verdadera es: De todas esas conversaciones ¿cuáles sí son importantes?
Abusamos de ese medio de comunicación y obviamos lo esencial…. El sonido de la voz humana, con sus matices. Esos tonos sutiles que nos indicaban si alguien está contento, enojado o triste. Matices no sólo en el tono, sino en la pausa o la velocidad.
Mi WhatsApp está lleno; imagino que el de ustedes también, pero por más que queremos ordenarnos o limitarnos, no lo logramos. Me encanta cuando nos mandan las reglas de un chat y hasta ahora no he visto uno solo en donde alguno de sus miembros no lo haya transgredido; repito, no podemos dejar de ser humanos.
Por lo pronto, sólo me queda pedirles que abramos un grupo de WhatsApp para poder debatir sobre el tema…