El presidente de México, autoproclamado árbitro de su país en las elecciones entre su partido y la oposición, va a Estados Unidos, una democracia fundada en la máxima de Platón, de que los demagogos se aprovechan de la libertad de expresión para erigirse en tiranos.
Sí, el presidente de México que más poder ha concentrado en su persona en un cuarto de siglo, visita una democracia asentada en el derecho, en un sistema de frenos y contrapesos para evitar la usurpación del poder por un solo individuo o un grupo.
Visita histórica: al hacerla en plena campaña electoral del país vecino, el jefe del Ejecutivo mexicano está comprando boleto en favor del presidente Donald Trump, uno de los dos contendientes en la elección de noviembre.
Sin embargo, ni el mandatario de México ni Trump tienen margen para andar en consideraciones políticas o históricas, porque están necesitados del espaldarazo del uno al otro: el mexicano para que su gobierno subsista; Trump para reelegirse.
Con la economía quebrada por casi proscribir la inversión capitalista, el mexicano depende (ya en exclusiva) del T-MEC con Estados Unidos para poder alimentar a su sistema de gobierno unipersonal y basado en clientelas electorales pagadas con dádivas.
Con su campaña de capa caída (va en segundo lugar por 15 puntos abajo), Trump depende (ya en exclusiva) de la visita del mexicano porque éste apuntala el tono de su campaña antiinmigrante, antimexicana y antiminorías.
“El muro fronterizo con México frena que los mexicanos nos contagien de Covid-19”, dijo Trump hace tres días. Además de que su campaña de hace cuatro años se centró en que los mexicanos llevaban enfermedades contagiosas a Estados Unidos.
Así que la visita (en plena campaña 2020 de Trump) del presidente de México, presume que este país da la razón a sus dichos antimexicanos y que los acepta sin más. Algo triste, porque México lo hace porque está urgido del dinero de Trump.
México tiene que agachar cabeza: este año su economía caerá 6.6 por ciento, tras la destrucción deliberada de la mayor parte de su planta productiva: “Si las empresas tienen que quebrar, que quiebren”, dijo el presidente. Pues, entonces, a aguantar vara con Trump.
Además, México refuerza la campaña antiinmigrante de Trump con calificación de sobresaliente, al mantener sellada su frontera Sur, con 21 mil soldados, y la Norte con 15 mil. Sólo durante la pandemia, México ha expulsado a tres mil 653 inmigrantes.
Ni modo: los inmigrantes no son más importantes que el comercio de México con Estados Unidos, que en 2019 fue de 614 mil 500 millones de dólares. Ni que la negativa de Trump a condicionar ese intercambio al respeto a la democracia aquí.