Mando, como le llama cariñosamente la familia a Armando, el primo hermano de Alice y su esposa Rosa Martha, una hermosa mujer nacida en Saltillo, Coahuila, portaban no dos, sino cuatro pesadas maletas, bien preparados para el gélido frío que se anticipaba en la Patagonia chilena y argentina.
Cargados con ese material, luego de un relativamente corto vuelo, arribamos a Puerto Montt, frío, friísimo puerto pesquero de gran fama para abordar nuestra van a la hermosa ciudad de Puerto Varas, un romántico poblado construido a la orilla del Lago Llanquihue, en la región de los lagos del sur de Chile.
El arribo al hotel Cumbres y su recepción fue mágico; un hotel romántico, de madera, construido a la orilla del Llanquihue, con su chimenea en el lobby, sus acogedores sillones que te preparan para una deliciosa cena, que me permití organizar, con la aprobación de Mando, al más puro estilo de la Chaîne des Rôtisseurs. Hice venir al chef a la mesa respetuosamente y le pedí pequeñas porciones del tartar patagónico, la trucha fría, y porciones mayores del estofado de cerdo, el cordero y otras deliciosas viandas, todo con el maridaje de los muy buenos vinos chilenos. Una magnífica cena. Hubiéramos querido quedarnos más tarde y más días en ese hermoso y romántico hotel a la orilla del lago, pero el itinerario previamente acordado marcaba que al día siguiente iniciaría el recorrido por los Lagos Andinos que nos llevaría de Puerto Varas, Chile, hasta Bariloche, Argentina.
El despertar, fue complicado, entre el frío, el cambio de horario y la resaca, pero los cuatro alegres viajeros lo logramos y luego de un rico desayuno, emprendimos el camino.
Iniciamos la expedición de una hora en bus, hacia los Saltos del Petrohue, maravillosa experiencia. Ríos de gran rapidez y cascadas que bajan entre las montañas de la cordillera de Los Andes confluyen en este maravilloso sitio que atrapa a los visitantes; el agua de color azul entre metálico y esmeralda llena de la espuma blanca que genera la potencia de su caudal, forman un espectáculo natural que se puede atestiguar desde cómodos y seguros miradores, en donde por supuesto, te mojas, te ríes y tomas magníficas fotos.
Luego un chocolate caliente con coñac, o sólo el chocolate, o sólo el coñac…
A unos minutos, el poblado de Petrohue, para abordar el primero de tres barcos e iniciar la travesía entre los lagos y los andes nevados.
Alice y yo ayudábamos con la carga de las maletas a los primos Mando y Rosa Martha, para subir y bajar de buses, barcos y atracciones.
La travesía por el Lago Todos los Santos, fue maravillosa, llena de paisajes, montañas nevadas, frío patagónico; divertida y única. Supimos de la historia de la familia Suiza Roth, primeros desarrolladores del turismo en la zona, vimos su aún existente y bien conservada casa en la Isla Margarita, divisamos cóndores y reímos a plenitud con David de Kentucky (de Kentucky Fried Chicken, como él mismo dijera) y hasta le cantamos happy birthday…
A la mitad del día arribamos al poblado de Peulla, que en lengua mapuche significa brotes de primavera, en medio de la montaña para disfrutar del almuerzo. Siendo aún Chile, se acompañó la comida con un buen vino tinto de ese país.
Luego de los sagrados alimentos, la charla y las fotos, continuamos en autobús, en medio de la nieve hasta la frontera con Argentina, no sin antes tener que descender del transporte y hacer una parte a pie, por el mal estado del camino.
El trayecto a pie implicó “guerritas” de nieve entre algunos de los alegres viajeros de otros países.
Luego de responder las preguntas de la autoridad argentina, en sus instalaciones rústicas y sencillas de la montaña, abordamos el segundo catamarán a orillas del Lago Frías, que debe su nombre al político argentino Félix Frías, un acérrimo defensor en el siglo XIX de la soberanía argentina sobre la Patagonia. Su tumba está allí, justo frente a la aduana.
Esta segunda navegación fue muy corta, de sólo 15 minutos para llegar a Puerto Blest, ya en Argentina por supuesto, en donde arribamos al único y pequeño hotel de 15 habitaciones, rodeado de montañas y lagos, que tiene más de un siglo, que no tiene televisor en los cuartos y que es atendido por escasamente tres o cuatro personas.
Cena no muy buena, pero relajante y divertida para compartir y discutir las experiencias del viaje.
La mañana siguiente en Puerto Blest fue inusual. Sin señal de celular, sin mayores actividades que el fantástico y poco común acto contemplativo de observar la naturaleza en su máximo esplendor y en medio del frío patagónico bastante inusual para los del Caribe.
Fue un largo día de naturaleza y contemplación que incluyó juegos de mesa, aguardando la partida de la última embarcación, aquella que nos llevaría a través del hermoso lago Nahuel Huapi, a nuestro destino final en la Patagonia, Bariloche…
Nahuel Huapi en lengua mapuche significa Isla del Tigre. Dado que no hay tigres en América, se cree que los nativos mapuches se referían al dientes de sable, del que sí que hay antecedentes por estos lares.
Bariloche nevado y Buenos Aires en la próxima entrega…
Al Buen Entendedor…