El futuro continental

por NellyG

Escribo estas líneas después de dos sucesos importantes que marcarán el futuro de América Latina en los próximos años. Hace solo un par de días concluyó en Los Ángeles, California, la Cumbre de las Américas con resultados mínimos. Días después, en una segunda vuelta electoral, el pueblo de Colombia decidió dar un histórico giro hacia a la izquierda y eligió como nuevo presidente a Gustavo Petro, exalcalde de Bogotá, legislador, senador y tres veces candidato presidencial.

Primero revisemos los resultados de la Cumbre. La organización fue una odisea, no sólo por la coyuntura actual post Covid-19, los niveles altísimos de inflación a nivel global o el conflicto entre Rusia y Ucrania cuyos efectos están pegando duramente a nuestros países. La realidad es que Washington dejó de conectar con América Latina desde hace varios años; he ahí la frase que somos el “patio trasero” de Estados Unidos.

Y es que después del boom comercial que tuvimos durante gran parte de principios del nuevo siglo cuando el precio de las materias primas -minerales, petróleo, oro, cobre y carbón- nos permitió un crecimiento importante que sacó a millones de latinoamericanos de la pobreza extrema aparejado de un proceso de globalización importante que logró la consolidación de tratados de libre comercio y mayor inversión, muchos sectores no lograron subirse al tren del desarrollo. Este fenómeno abrió heridas profundas en nuestras sociedades que eventualmente fueron aprovechadas por otros grupos -crimen organizado, movimientos de izquierda y el anti-establishment-. Y en lugar de rectificar, adaptarse y asumir los costos, Estados Unidos se quedó pasmado y el control político y comercial que durante años ejerció, dejó de surtir efecto y las consecuencias están hoy a la vista.

El mecanismo de la Cumbre ha sido cuestionado desde su creación en 1994; en ese entonces se buscó un gran acuerdo comercial regional que nunca próspero y ante la pasividad de una Organización de Estados Americanos arcaica y sin funcionalidad, los distintos liderazgos no alineados -principalmente los de izquierda- empezaron a protestar y a retar el control de Washington. En resumidas cuentas, esto no es culpa de Trump, Obama o Biden, es el resultado de muchos años de abandono, protagonismo desmesurado y falta de creatividad diplomática. La Cumbre de Los Ángeles arrojó acuerdos magros en materia de migración, desarrollo e inversión y cambio climático. Los jefes de Estado que asistieron a la Cumbre fueron a la foto y a congraciarse con el gigante del norte; las ausencias, aunque notables, no pasaron a más.

El giro hacia la izquierda en Colombia es aún más interesante que la Cumbre. El país andino ha sido gobernado desde siempre por el mismo grupo político -con diferentes siglas y estilos- a lo largo de las ultimas décadas. Colombia ha sufrido los efectos del narcotráfico y la explotación de sus vastos terrenos de energía que a su vez trajeron desigualdad en lo más hondo y una urgencia de cambio que por fin, después de tres intentos, logró Petro.

El cambio en Colombia confirmó que la izquierda latinoamericana está de moda, activa y con ánimos de gobernar por muchos años. Seguirá Brasil en unos meses cuando el expresidente Lula regrese al poder y desde ese momento podremos delinear lo que yo veo como dos grandes bloques de izquierda, los progresistas que entenderán las bondades de la globalización y la necesidad de trabajar con el sector privado y los organismos multilaterales, y los ultras entre los que destaco a Nicaragua, Cuba y Venezuela.

En conclusión, el futuro continental puede ser promisorio si mantenemos en el poder al primer grupo, ahí veo a Chile, Brasil, Honduras, Argentina y hasta cierto punto a México. En un segundo subgrupo y con más dudas sitúo a Colombia, Perú, Bolivia y El Salvador. El resto de los países los veo difícilmente alineados. Insisto como mencioné al principio, Washington se quedó sólo con Ecuador, Costa Rica y párale de contar.