Entre el realismo mágico y la magia de la realidad

por Latitud21 Redacción

“Me niego a admitir el fin del hombre”, dijo William Faulkner en 1950, cuando recibiera el Premio Nobel de Literatura, y así lo repitió Gabriel García Márquez cuando, en el mismo escenario, recibiera el Premio Nobel de Literatura 32 años después. Gabriel García Márquez, el autor del libro Cien años de soledad y muchas novelas más dio finalmente el único paso que le hacía falta hacia la inmortalidad, como si esto fuera necesario. Su vida mortal, que inicia en su patria natal, Colombia, y concluye en su patria adoptiva, Mexico, es el mayor exponente de la realidad mágica que caracteriza a sus novelas.

Pero, ¿qué es el realismo mágico?

En Cien años de soledad, García Márquez plantea una esplendorosa historia en Macondo, un lugar de su imaginación, donde todo latinoamericano en los últimos 300 años podía haber nacido y vivido, pero donde nadie lo hizo. Ahí también nace y muere su más famoso personaje, el coronel Aureliano Buendía, hijo del fundador de Macondo, José Arcadio Buendía, quien no era coronel, pero viviera más guerras y revoluciones que ningún caudillo de América. Eso es el realismo mágico, un estilo literario, del que le atribuyen a Gabriel García Márquez una paternidad no admitida. Leer Cien años de soledad es simplemente un privilegio, y puede ser una forma sencilla de entender en qué consiste este estilo literario, aunque tendrás que dedicar muchas horas para degustar y paladear tan exquisita novela de más de 400 páginas, que demandará toda tu atención y concentración para no perderte en esa fina línea, que inexplicablemente pretende dividir la realidad de la magia.

La otra opción sería preguntarle al mismo García Márquez qué es el realismo mágico, a lo que respondería que “… la primera condición del realismo mágico, como su nombre lo indica, es que sea un hecho rigurosamente cierto, que, sin embargo, parece fantástico”.

¿Difícil de comprender?

Bueno, tengo una última alternativa. Puedes también leer en un periódico cualquiera, en un día cualquiera, noticias de un lugar latinoamericano cualquiera, como el de Macondo de García Márquez, con un presidente inmaduro que habla con pajaritos y multiplica los panes como hiciera Jesús.  Noticias con un contenido que ni al mayor exponente en el realismo mágico, Gabriel García Márquez, se le hubiera podido ocurrir. Noticias reales de un gobernante irreal, de un Macondo muy real y que parecen salidas de la pluma de J. K. Rowling, pues son hechos rigurosamente ciertos que, sin embargo, parecen fantásticos.

Y cuando pensaba que Macondo no existía y que Aureliano Buendía solo era un personaje ficticio, me encuentro con que la realidad supera la fantasía.

Y vienen a mi mente las palabras del mismísimo maestro García Márquez del final de su discurso en 1982, cuando fuera  honrado con el Premio Nobel de Literatura, mismas que hoy plagio con total desfachatez pero simple honestidad. “… No me sentiría digno de ocupar este sitio… si no tuviera la conciencia plena de que por primera vez desde los orígenes de la humanidad, el desastre colosal que él (William Faulkner) se negaba a admitir … es ahora nada más que una simple posibilidad científica. Ante esta realidad sobrecogedora que a través de todo el tiempo humano pareció una utopía, los inventores de fábulas que todo lo creemos nos sentimos con el derecho de creer que todavía no es demasiado tarde para emprender la creación de la utopía contraria. Una nueva y arrasadora utopía de la vida, donde nadie puede decidir por otros hasta la forma de morir, donde de verdad sea cierto el amor y sea posible la felicidad, y donde las estirpes condenadas a cien años de soledad tengan por fin y para siempre una segunda oportunidad sobre la tierra”.

Así sea. Descanse en paz el más grande escritor de América, Gabriel García Márquez.

Eduardo Albor
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