No deja de llamar la atención que los indicadores bursátiles en los EU hayan registrado tal ascenso a partir de la elección de Trump. Después de que desde la óptica de la política americana e internacional este hecho presagiaba un gran desastre, en lo económico (al menos en lo que hace a los mercados financieros) parece que se vive un estado de jauja.
Lo primero que viene a la mente es que se trata de un desencuentro (obvio) entre lo político y lo económico, en donde, como parece ser una nueva realidad, lo económico va ganando la partida. Una nueva expresión del dominio del capital sobre el poder democrático. Y quizás un preludio de lo que podría acabar pasando con el tan mentado TLC.
Constantemente sale a la conversación esta hipótesis que para algunos es algo así como ciencia ficción, de que en realidad son las empresas transnacionales quienes determinan el destino de la humanidad. Al respecto, en su edición de septiembre, la revista The Economist publicó un reporte especial titulado In the shadow of giants, en el que analiza a esas grandes corporaciones y estudia diferentes facetas de una serie de características que las distinguen.
Inicia muy pertinentemente evocando a Roosevelt, que en 1910 declarara que ese país (los EU) fundado en el principio de la igualdad de oportunidades estaba en peligro de convertirse en una tierra de privilegios corporativos de grandes corporaciones y monopolios, procediendo a desafiarlas, amenazándolas con mantenerlas bajo control, en beneficio del bien común. Si bien es cierto que las empresas ahora son bien diferentes a las de aquel entonces, hay algo que sigue siendo igualmente preocupante, dado que solo en los Estados Unidos el porcentaje del PIB que concentran las 100 más grandes corporaciones de la lista de Forbes subió de 33% en 1994 a 46% en 2013. Y si hablamos de las 500 más grandes, la cifra se eleva al 63%.
En otro artículo que forma parte de este reporte especial, llamado Downsides: The dark arts se analiza aquello a que se denomina Darker arts of management, que consiste en los nuevos instintos competitivos que buscan, por un lado, pagar la menor cantidad de impuestos posible y, por el otro, convencer a gobiernos y otros actores para ganar ventaja sobre los rivales. Lo primero a través de la utilización de mecanismos ‘off shore’ o Fondos de Inversión y lo segundo a través del despliegue de una impresionante red de cabilderos y reclutando a destacados insiders de Washington que han ocupado importantes cargos en las administraciones gubernamentales. Tal es el caso de Jay Carney, exsecretario de Prensa de Obama que ahora labora en Amazon, y David Plouffe, un exmanejador de su campaña que lo hace en Uber.
Y las ambiciones con las que las corporaciones están usando el cabildeo han cambiado a través de los años y van creciendo. Este tipo de contrataciones no solo implican que grandes compañías llegan a tener acceso a aquello conocido como past policymaking, sino que también les permite tener influencia sobre políticos activos que probablemente seguirán el mismo camino.
El artículo habla acerca de cómo las compañías de tecnología que parecen estar ganando mucho poder también están usando a su favor el hecho de que los productos tecnológicos crean hábitos que pueden acabar dictando todo tipo de comportamientos en los consumidores. Y es que, nos dice, miles de millones de personas cargan consigo lo que se podría denominar un “persuasor oculto” (dispositivo móvil) que permite a estos mastodontes globales monitorear el comportamiento de las personas e influir en sus preferencias. El artículo menciona para ilustrar el punto aquellas declaraciones de Eric Schmidt, Chairman de Alphabet, la controladora de Google: “Sabemos quién eres, dónde estás, en dónde has estado y más o menos conocemos cómo piensas”.
Ahora bien, en el caso de su influencia en las decisiones gubernamentales, vale la pena leer el artículo publicado por The Guardian titulado The truth about lobbying: 10 ways big business control governments (https://www.theguardian.com/politics/2014/mar/12/lobbying-10-ways-corprations-influence-government), el cual contiene un decálogo que siguen muchos lobbyistas.
Ya retomaremos el tema, asomándonos a un mundo muy revelador sobre los permanentes intentos (y logros) de los gigantes corporativos para manipular a la gente y controlar a los gobiernos.