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Revista Latitud 21
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X Columnas

Parecer para ser

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 septiembre, 2020

Ser o no ser, esa es la cuestión. El monólogo de Sir William Shakespeare en Hamlet inicia con esa frase que desde hace más de 400 años fue escrita y pareciera una de las citas más famosas de la literatura, refiriéndose a la indecisión o duda que un ser humano puede tener en la cabeza para tomar una decisión.

En medio de esta pandemia del nuevo coronavirus el presidente de nuestra república, Andrés Manuel López Obrador, sigue con sus formas y maneras, sólo él sabe y tiene en la mente el objetivo real del por qué gobierna y cómo gobierna, dado que las decisiones que toma llevan afectaciones y beneficios. Ahí es donde entra el ser o no ser. El tomo la decisión o no la tomo. 

Sin embargo, se tiene claro que cualquier decisión que el mandatario federal haga tendrá una consecuencia, y hoy en día nuestro país necesita y le urge tener las mejores decisiones aterrizadas en lo que requiere la nación, tanto en lo político, en lo social y sobre todo en lo económico. 

El empresariado mexicano le sigue pidiendo a gritos, ya son seis meses de pandemia, incentivos y medidas que se solidaricen con el sector productivo, que ayuden la economía y generen empresa. Al final, lo vuelvo a decir: todo es un efecto paraguas. La obligación del gobierno es en parte crear las condiciones favorables para la generación de riqueza en todos sus niveles, que por ende generan empleos y ayudan a la sociedad en su vivir. 

Este mes en Latitud 21 dentro de las pláticas empresariales que llevamos semanalmente el común denominador ha sido la falta de apoyo al sector turismo desde la máxima esfera turística del país: la Secretaría de Turismo federal, y es que si bien es cierto que desde el inicio del gobierno actual el turismo ha pasado de ser muy importante a ser peor que indiferente para las autoridades en su actuar. Que no se le olvide a López Obrador que lo que se genera por el sector turismo en divisas dentro de la economía del país no lo puede suplir tan fácilmente otro sector económico. Se pide a gritos una buena promoción de México, una promoción real, una promoción que inyecte recursos y motive a los turistas a viajar. 

Dejemos la pantomima a un lado, la demagogia y la mentira, tan sólo por un rato de tiempo, Sr. presidente, al turismo le urge promoción de todos: de la iniciativa privada, de los tres órdenes de gobierno y de cada mexicano que luzca y se sienta orgulloso en presumir a su México lindo y querido. Ponga el ejemplo, y regrésele los recursos a la promoción turística.

Y es que en la vida para ser hay que parecer. Esta frase es muy cierta. Si quieres ser un profesional, tienes que parecerlo. 

Senda crucial

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 septiembre, 2020

Nelly García ngarcia@latitud21.com.mx

Avanzamos en el noveno mes del año; el sexto de que la pandemia llegó al Caribe Mexicano y el cuarto de que inició la reactivación paulatina y gradual de las actividades económicas, tras un parón brutal de más de ocho semanas. Continuamos pues en una senda difícil, pero crucial para todos. 

Cruzamos dedos para que de un momento a otro, como prometen las autoridades estatales, podamos avanzar al amarillo en el Semáforo de Riesgo Epidemiológico. Pero debemos estar conscientes que este paso únicamente puede ser posible, si y sólo si, todos asumimos la parte que nos toca. Las ya tan cacareadas medidas sanitarias que todos sabemos para reducir probabilidades de contagios de Covid-19, a estas alturas ya deben ser un hábito, deben estar impregnadas en nuestra piel. Y si todavía hay quienes no las han adoptado, porque los hay, por simple desidia o hartazgo, por desinformación o por las razones que gusten y manden, me gustaría compartirles datos de la Secretaría de Salud estatal en el sentido de que el número de contagios ya rebasó los 10 mil y el de fallecidos ronda los mil 500. Y a nivel nacional, los casos confirmados ya superaron el medio millón y el de muertos se acerca a los 100 mil. Esto quiere decir que la pandemia sigue ahí, el virus no se ha ido; simplemente hay que aprender a vivir con él, reforzando medidas.

Los hoteles ya están muy cerca de una ocupación de 30 por ciento; las clases ya reiniciaron, aunque sea a distancia; el Aeropuerto Internacional de Cancún, mantiene operaciones por arriba de 200 al día en promedio; en fin, que esta “Nueva Normalidad” continúa y todos tenemos el compromiso y la responsabilidad de que esto siga un cauce más o menos positivo. 

En ese tenor se expresó la protagonista de nuestra portada, Kit Bing Wong Ho, destacada empresaria restaurantera, recién nombrada gobernadora del Distrito 4195 de Rotary International, trincheras desde las que abona para la recuperación económica del estado, al tiempo que promueve una cultura de esfuerzo, solidaridad y ayuda comunitaria.   

También en esto coincidieron los invitados en el Foro Empresarial de L21: Miriam Cortés, de la Asociación de Clubes Vacacionales; Ana Isabel Vázquez, titular de Educación estatal; Darío Flota, del Consejo de Promoción Turística y Roberto Cintrón, líder de los hoteleros en Cancún, Puerto Morelos e Isla Mujeres. 

Y sí, tantas voces no pueden estar equivocadas; hay que avanzar, el miedo y la incertidumbre no puede paralizarnos, pero tampoco podemos lanzarnos a la calle de manera irresponsable. Este septiembre, celebremos con una actitud más responsable el orgullo de haber nacido o vivir en un país como México y abonemos todos para que el futuro sea cada vez más positivo.

Un viaje para expulsar al demonio

por NellyG 9 agosto, 2020

Al Buen Entendedor…

Por Sergio González

Luego de varios días con el coronavirus en el cuerpo y de que los medicamentos no hicieran el efecto deseado, pues continuaba la debilidad y el decaimiento, uno de mis hijos viene con su recién comprado oxímetro portátil, para atestiguar que saturaba oxígeno al 87 / 88%, situación que los hijos consideraron grave y que ameritaba ir al hospital.

Acompañado de mis hijos y mi novia Alice, me aproximé a Hospiten, donde no había camas disponibles en terapia intensiva, sitio que a decir de todos, tenía que llegar directo. Galenia no recibía enfermos de COVID-19 y me quedaba la opción del Hospital PlayaMed.

Llegamos sobre las diez de la noche del sábado 4 de julio al citado hospital, en donde me recibieron de inmediato.
Una vez dentro, en terapia intensiva, me quité la ropa, me despojé de cartera y reloj, para entregárselos a mi hijo Sergio.

Luego de decenas de preguntas, revisión de signos vitales, muestras de sangre y demás pruebas, me sometieron a tomografía, para finalmente, cerca de las 02:00 am, ser instalado en el cuarto número 14, donde iniciarían mi tratamiento.

No entraré en los detalles de lo ocurrido en ese cuarto a partir de aquella noche, por una parte, porque no los recuerdo bien del todo y por otra, porque ello me alejaría del relato que ahora quiero contarles.

No puedo precisar qué día, qué fecha, ni a qué hora, porque al parecer no tengo registro de ello, pero según mis propios cálculos, al cabo de una semana me di de alta de aquel hospital eventualmente “curado” del COVID-19 y muy agradecido con los doctores.

Sin embargo, algo o alguien me decía que aún tenía “al demonio dentro” y me empeñé en que había que sacarlo.
Uno de mis hijos, el arquitecto Alan, me dijo que sus amigos, los hermanos Pacheco, sabían de un “brujo” milagroso que te curaba con unos mariscos o algo así. Así que emprendimos el viaje en tres pequeñas lanchitas hacia un lugar desconocido. No recuerdo sobre qué costa, ni en qué dirección navegamos hasta llegar al sitio donde nos recibieron con cocos y de inmediato algún pescado que tampoco recuerdo bien. Lo destacable es que al final nos quedaron unas espinas anchas, clavadas en alguna parte del paladar que además de incómodas producían dolor y no había manera de sacarlas. Más tarde llegó al rescate un norteamericano que en una especie de submarino nos llevaría de aquel sitio hasta la clínica de un doctor inglés que habría de extraernos las espinas aquellas.

Cruzamos una bahía para llegar a una isla exuberante, y en ella había un sitio todo de madera fina, bien acabada, que parecía una clínica de rehabilitación, operada por el doctor inglés y su hija, que se especializaban en la cura contra el COVID-19.

Luego de horas en aquel lugar, no nos inspiró confianza, ni el sitio, ni el británico y “nos escapamos”.
Finalmente, terminamos en alguna costa en medio de una especie de celebración bajo el agua, con música, bullicio y gente que nadaba-bailaba alrededor de diminutas langostas. Recuerdo con angustia que quería salir de aquel lugar, pero me resultaba imposible llegar a la costa, hasta que finalmente concluía la música, el ruido y todos salían del agua. Me sacaron cargando entre varios y decían que tenían que hacerme un tratamiento. Recuerdo que mi hijo Alan, me dijo alarmado que tenía un pedazo de cristal en un oído. Y guardo aún en la mente que me tuvieron horas en la playa temblando de frío.

Pasada la noche y ya sin frío, continuaba el plan que me había trazado con Alice de viajar a Macao. No sé cuántas horas de vuelo, ni qué clase de avión nos transportó, pero llegamos a Macao, desde donde recuerdo claramente haberle llamado a mi buen amigo el doctor Sergio Cardoso, director Médico del Hospital PlayaMed, para contarle que estábamos por allá con el propósito de “sacarme el demonio”. Mi tocayo me dijo: “pero ¿qué haces ahí? si yo ya te curé de eso acá.” le dije: “quiero asegurarme, tocayo”.

Llegamos a un hotel de lujo cerca de la playa. Nos recibieron en una palapa central muy grande y me llevaron directo a una cama cuadrangular colgante, que era como una jaula de bambú. Antes de subirme a ella, me pidieron forma de pago e identificación. Le entregué entonces mi cartera a Alice para que se ocupara, señalándole en especial mi tarjeta del Seguro GNP y mi credencial del INE.
Acto seguido, un chino me subió a la cama antes mencionada, me pusieron boca abajo y me ataron. Luego elevaron la cama que flotaba en el aire y se columpiaba suavemente. Alice y mi madre, que se había incorporado a la escena, me observaban desde la playa y yo las veía con nostalgia a través de las rendijas de bambú.

Casi de inmediato, obscureció y empecé a tener alucinaciones. Tenía múltiples visiones, todas en blanco y negro. Eran más como sombras. Veía pequeñas tribus de nativos bailando alegremente, daban muchos brincos y todos pasaban muy junto a mí. La escena cambiaba luego por mujeres negras con vestidos muy folclóricos que también bailaban sin cesar. Había también unos animalitos muy curiosos, casi simpáticos, que brincaban en dos patas avanzando siempre hacia mí. Todas las imágenes iban acompañadas con ritmo de tambores.

Eventualmente, el chino aparecía debajo de mí deslizándose como en una tabla corrediza debajo de la cama, supervisaba algo y se desaparecía de nuevo deslizándose; sus movimientos eran muy rápidos.
Parecía que el chino era el responsable de cambiar las escenas que alucinaba, porque de repente hacía un movimiento fugaz y la cama flotaba hacia un interior del hotel, como a un gran lobby y la escena era instrumentos musicales como de una gran banda, todos en sombras negras y en miniatura. Esa escena duraba muy poco, pero se repitió varias veces durante la noche.

El estar atado y boca abajo empezó a cansarme y comencé a llamar al chino para que me soltara, ya quería bajar de ahí, pero mi voz no era escuchada mientras que las imágenes de los danzantes, los animalitos, las sombras de bicicletas y los instrumentos musicales seguían apareciendo.
Casi al amanecer sentí que la cama bajaba hacia la playa y me alegré, y a través de las rejillas de bambú vi a Alice y a mi madre haciendo una especie de baile, parecido al de las tribus. Movían los pies a gran velocidad como dando pequeños brincos con los que parecían estar pisoteando insectos, o apagando alguna braza encendida.
Nuevamente cambié de escenario sin saber cómo, ni cuándo llegué a él. Me quedé sin la dicha que anhelaba de abrazar a Alice y a mi madre y repentinamente estaba sentado en una gran silla de alguna madera preciosa rojiza que estaba a la entrada de lo que parecía un templo.

Quería levantarme de ahí para ir en búsqueda de mis acompañantes, pero una gran almohada pesada que me aprisionaba el pecho, me lo impedía. Sentía fatiga y sensación de no poder respirar, como en la cama flotante, nuevamente me sentía atado de alguna manera. Empujé y empujé con todas las fuerzas de mi cuerpo y logré sacarme de encima la gran almohada para atestiguar que no era una almohada, sino el chino.

El chino se incorporó muy molesto, luego del empujón, me miró con cara amenazante y volvió a reposarse sobre una parte de mi cuerpo casi asfixiándome con su humanidad.
Entrada la mañana no vi pasar decenas, sino centenas de monjes vestidos de negro que acudían sonrientes a una especie de encuentro. Llegaban de todas partes, se tomaban fotografías y sonreían, algunos me saludaban inclinando la cabeza y algunos otros hasta pedían una foto conmigo, pero el chino se los impedía. Parecía una convención de monjes y mi silla se encontraba a la puerta del recinto.
Luego de horas, cambié de escenario sin saber una vez más con precisión cómo llegué ahí, aunque esta vez tengo casi la certeza de que el chino me llevó ante mis constantes reclamos de que me liberara.

Me llevó hasta un punto de la ciudad en donde se detuvo una gran limosina de color negro. Me hicieron entrar en el auto de lujo y ahí vi a un gran señor; era un chino, grande, robusto, vestido de traje obscuro, acompañado de otras personas que parecían sus súbditos. El chino jefe, con un gesto amable, me invitó a sentarme cerca de él.
Al poco tiempo, no me explico cómo, pero nuevamente yacía en el piso de la limosina y el gran chino, el jefazo, era ahora quien me asfixiaba con su tremenda humanidad.
Hasta atrás del lujoso vehículo, viajaba un personaje de aspecto occidental que tomaba algún licor en copa gigante de cognac y fumaba un puro echándome todo el humo en la cara mientras sonreía.

En algún momento el gran jefe se dirigió a mí y me dijo: “la familia de tu mujer también ha contraído el virus”. No sabía cómo, ni de dónde, él había obtenido tal información, pero parecía muy seguro. Luego la limosina se detuvo frente a un restaurante, aparentemente de lujo, y podía ver a través de las ventanas, a mi novia Alice, a su madre, a mi amiga española Amalia y a mi cuñada “La Popis”. No pude hablar con ninguna de ellas, sólo las observé; traté de hacerme un selfie para enviárselas, pero me fue imposible y luego la limosina avanzó. Me quedé con esa imagen en la mente y la tengo clara hasta hoy.

En algún punto de la ciudad descendió el gran jefe, se quedaron los demás y a mí me dejaron atado. Más adelante se marchó el hombre del puro y al parecer sólo nos quedamos el chofer, a quien nunca pude ver, mi eterno guardián el chino y yo.

Insistía de todas formas para que me desataran y me dejaran bajar del vehículo, pero nadie me escuchaba. Yo no los podía ver, estaba en el piso en algún lugar de la limo y desde ahí solo hacía ruidos para llamar su atención.
En algún punto me sentí aterrado, luego de dar vueltas por quién sabe que sitios, cuando escuché a alguien decir, algo como “yo no sé, a mí solo me piden que abandone los cuerpos”…

Empecé a sospechar que pretendían ahora deshacerse de mí.
Finalmente, luego de horas a bordo de aquel auto y al parecer muy lejos de la ciudad, llegamos a una especie de establo, ahí bajamos el chino y yo, y el auto se marchó.
El chino que me llevaba atado de una mano a él me introdujo en un cuartucho reducido que parecía como una bodega del establo y que olía a caballos.

Ahí me puso en el piso, me ató una mano a la pata de un mueble y la otra la enganchó en alguna parte de un baúl, luego me aventó una almohada y me dijo: duerme.
Yo no podía dormir, estaba exhausto, harto de estar atado, ansioso por ver a mis seres queridos y ahora también temeroso. Le dije al chino: “mejor llévame con los míos, ya estoy curado” … él solo respondió: será mañana.
Más tarde, alguien llevó a la misma choza a mi hijo Lester. Lo pusieron junto a mí con la misma instrucción, “duerme”. Me parece que él no estaba atado.
Recuerdo haber estado muy molesto con Lester porque se ponía a chatear con su celular que emitía un ruido al enviar cada mensaje y me parecía que con tanto ruido no dejaríamos dormir al chino y menos querría llevarme al día siguiente temprano con mi gente.

Por la madrugada, casi al amanecer, insistí de nuevo al chino, quien dormía dentro del baúl, para que me llevara, asegurándole que ya se me había salido el demonio y que estaba curado.
Finalmente, el chino se puso de pie, me vendó los ojos y salimos. Era una fría mañana y podía escuchar los jadeos y ruidos que emite un caballo. Eso me hizo pensar que el chino me llevaría a caballo hacia mi destino.
Luego de un rato de sarcasmos, burlas y charla sin sentido entre el chino y una mujer, me di cuenta de que se estaba burlando de mí y que nunca me llevaría.

Al reclamárselo al chino, sin tener muy claro, porque no lo recuerdo, cómo lo hizo, ni cuáles son los detalles, pero me cambió de sitio y me dejó atado y abandonado en la rústica vivienda de unos mariguanos que al parecer vivían en una suerte de comunidad. “Mariguanos” digo, porque al parecer, sembraban, vendían y consumían mariguana.
Entre ellos había una mujer europea, una anglosajona de cabellos rubios largos y sucios que apenas hablaba, parecía la mujer del líder.
Cuando me encontré sólo con ella, le dije “oye, tú pareces buena persona, desátame, por favor, te lo ruego, no me maten”. Estaba seguro de que me querían matar, quizá era el encargo del chino, y de que me ejecutarían por escaso dinero.
Luchando solo como podía y tallando mi brazo contra el catre en el que me encontraba, me fui quitando uno de los amarres, mientras le rogaba a la europea que me liberara.
Repentinamente aparece su pareja, el lidercillo del grupo y dice en tono irónico “mucha conversación por aquí ¿no?”, mientras veía con molestia mi brazo derecho casi libre de las amarras y a la mujer le dedicaba miradas de reclamo.

Me armé de valor y le dije: “mira, yo sé que quieren matarme, no sé cuánto te paguen, pero si nos llevas a mi hijo que está en el establo y a mí al hotel y nos dejas vivir, te pago 90 mil pesos en efectivo, te los entrego apenas lleguemos al hotel”. Se puso en cuclillas, me miró fijamente y luego la miró a ella. Se hizo un silencio. Finalmente se puso de pie, salió de la habitación y se dirigió al cuarto contiguo desde donde se escuchaban las conversaciones. Había otra pareja ahí y un hombre solo. El líder se aproximó a ellos y les expuso mi oferta. Luego de unos segundos de silencio, la mujer dijo: “podríamos comprar una carcacha”. Uno de los hombres interrumpió para decir: “mejor sembramos mariguana, pronto habrá turistas y la podemos vender muy bien”; hubo risas y comentarios, hacían planes sobre cómo gastarían el dinero y cómo lo repartirían; luego hablaron con entusiasmo sobre llevar una libreta y en ella anotar todos los gastos.

Aquella discusión era música para mis oídos, parecía que aceptarían mi oferta. El líder se aproximó hacia mí y me dijo: “está bien, salimos mañana por la mañana”. Di gracias al cielo en silencio. ¡quería vivir!

Estaba por venir un difícil e incómodo viaje de cuatro horas en alguno de sus destartalados vehículos, pero me motivaba pensar que pronto podría abrazar a Alice y contarle esta terrible experiencia.
Un grupo saldría primero con Lester a bordo, con quien no había podido hablar nada, ni decirle que sospeché que querían matarnos, ni de mi plan para salvarnos. Pensaba que si ellos llegaban antes que yo al hotel, Lester tendría que hablar con mi amigo Alberto, el español, quien seguro ya estaba ahí, tanto para sacarse también el demonio, como para buscar a Amalia, quien habría llegado antes, y que le facilitaría el efectivo prometido para nuestros captores; Alberto siempre lleva efectivo consigo, pensé.

Mi transporte se demoraba en partir y recuerdo que el líder y la mujer europea se repartían múltiples quehaceres en la casucha y alimentaban a los perros, yo sentía mucho frío.
Hasta ahí recuerdo con claridad. Luego algo debió haber pasado que frustró mi traslado, pues según me pudieron contar en el hospital aparecí abandonado en la arena, semiinconsciente y temblando de frío.

Alguien me recogió y me llevaron al hospital.
Recuerdo haber esperado largas horas en la recepción de un hospital a que llegara un médico que me revisaría; escuché a alguien decir que tenía arena en los pulmones. Luego me internaron y un doctor me explicó que me tendrían que entubar.
Pasados unos días llenos de incomodidades, un doctor me dijo que había llegado la hora de extubarme, práctica que llevó a cabo estando yo consciente.

Al día siguiente vino un doctor diferente y me dijo con claridad que ahora todo dependía de mí, si me movía, si no respiraba bien, si no tosía como es debido, me podrían volver a intubar. Pasé la noche casi inmóvil, muy incómodo, tosiendo de vez en vez y tratando de acatar todo lo que aquel doctor dijera, al día siguiente vendría a revisar mis pulmones y si quería salir de ahí, estos deberían verse mejor.

A ese doctor nunca lo volví a ver. A la mañana siguiente vino otro doctor muy amable y me dijo: Don Sergio, felicidades, va usted muy bien, ahora le informamos a sus hijos.

Me quedé perplejo, mis hijos ya sabían que estaba yo ahí, así que seguramente lo sabrían también Alice y mi madre, eso me alegró un poco. No sabía cómo se llamaba el hospital, ni dónde estaba exactamente, pero tendría que ser un lugar próximo a Macao…

Preguntando a los enfermeros indagué que el hospital pertenecía a Grupo PlayaMed, me pareció sumamente extraño.

Luego me llegó la sorpresa de ver a mi hijo Sergio parado en la puerta de la habitación, hasta ahí podía llegar, no le dejaban acercarse más a mí. Me dio mucho gusto verle y lo primero que le pregunté fue sobre quién se había hecho cargo de pagarle a los “mariguanos”, a los “malosos” y cómo se encontraba Lester. Me dijo:
-Todo bien Papá, ya no te preocupes de nada.
– ¿Pero debo algo aún? insistí.
– Todo bien papito. ¿Confías en mí?
– Sí, por supuesto.
– Entonces tranquilo, todo está bajo control.

Luego le dije a través de la enfermera que me quisieron matar y me dejaron tirado en la arena, pero me salvé. Mi hijo sólo sonrió y me dijo: descansa, mañana vengo a verte.
Hasta ese momento, no sabía que estaba en el Hospital PlayaMed de Cancún.
Por la noche una muy amable enfermera logró que mi hijo se comunicara conmigo a través del celular de ella, lo saludé muy angustiado, le pedí que no me abandonara y quedamos en una hora exacta para vernos al día siguiente. Le pedí también que le dijera a Alice, por favor, que me llamara a ese número de mi amable enfermera, Jenifer, me parece que era su nombre.

A los pocos minutos me llamó Alice y la vi por videollamada, me emocioné muchísimo, le dije que la amaba y que estaba feliz de estar vivo. Le dije que nos casaríamos pronto. Fue una linda llamada; no había sabido nada de ella desde que me bajaron de aquella cama flotante, rodeada de bambú.
Luego de colgar, Alice le envió a Jenifer una canción italiana, “Un Nuovo Bacio” de Gigi D´Alessio, nuestra canción, en una hermosa versión traducida al español, y le pidió que me acercara el teléfono para escucharla y así lo hizo Jeny.
Escuché la canción y rompí en llanto. Jennifer me tomó de la mano cariñosamente y me permitió llorar por unos minutos.
Luego me preguntó más detalles sobre Alice y nuestra relación y le conté como pude, lo que pude. Fue un lindo momento.
No dormí bien y tuve sueños y pesadillas diversas como todas las noches desde aquella, casi hasta el día de hoy.

Al día siguiente vino mi hijo, más tarde de la hora acordada y le regañé por la demora, estaba ansioso por hablar con él y que hiciéramos planes para salir del hospital lo antes posible. Ya no recuerdo si fue esa mañana o la siguiente, pero por fin se despejaron muchas dudas. Al empezar a contarle a mi hijo los detalles de mi experiencia en Macao y cómo estuve cerca de perder la vida, se sonrió y me dijo: “Papá, tú no viajaste a ningún lado, nunca saliste de este hospital desde el 4 de julio” …
– Fue un “chochote”, papi. Para que veas el poder de los fármacos que te dieron.

Imaginarán mi cara de sorpresa y las risas calladas de Chuy, mi enfermero que había escuchado parte de mis historias. Le pedí a Sergio que me contara los detalles, y me hizo un breve resumen sobre mi estadía y las complicaciones, porque la historia era larga.

Mi hijo no podía ocultar su cara de felicidad al verme vivo, lloramos juntos; había despertado del coma dos días antes y me estaba poniendo al día.
Hace un par de días, hablé por teléfono con un neumólogo muy reconocido, quien fue un gran asesor de mis hijos en este proceso y me dijo: “Don Sergio, no sabe la enorme alegría que me da escucharlo y saber que está en recuperación. Su caso de supervivencia es uno de los pocos del mundo para un paciente entubado y con ese cuadro. Felicidades. “

Mis hijos perdieron a su madre hace algo más de un año, y yo no podía permitir que ahora perdieran a su padre, así que fue esa, una de las razones por las que luché.
Dios es grande y los milagros existen. Y sin duda mi fortaleza física y mental contribuyeron para que al final pueda contar esta historia. Gracias Sergio y Lester por todo.

Hoy me recupero en casa con los cuidados y cariño de Alice.
Vencí al COVID19.

El abogado del diablo / Primera temporada

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 agosto, 2020

Capitulo 1

¿Quién no ha escuchado antes esta expresión? Seguramente todos los que lean esta editorial. Sin embargo me abstendré de asumir lo ignorado y trataré de explicar de una manera breve qué significa ser “el abogado del diablo…”. Esta es una expresión que refiere a aquellas personas que defienden posturas contrarias a los intereses de alguien y que, a sabiendas que pueden no estar en el uso de la razón, presentan pruebas y argumentos lógicos que dan validez a sus conclusiones.

Pues bien, siendo que nadie desea ocuparse de un caso perdido y sabiendo que todo acusado tiene derecho a legítima defensa, he decidido tomar este caso por el que me han llamado “el abogado del diablo”, y defender lo indefendible. Defender a un presidente mexicano en tiempos de COVID en el juicio que la historia le hará. Caray, sin duda difícil salir bien librado de esta defensa, particularmente por el cliente a quien me toca defender. 

Son muchos los cargos y delitos imputados en contra de mi cliente: Innumerables e inimaginables. Hasta quisieron enmendar el Código Penal para incluir algunos de los delitos cometidos por mi cliente, que nadie imaginaba pudieran cometer y, por lo tanto, no estaban contemplados en nuestro sistema de justicia. Esos fueron fáciles de conseguir que la fiscalía se desistiera, pues la ley no puede aplicarse de manera retroactiva; pero al menos esos nuevos delitos ya forman parte de un nuevo código penal.

Luego conseguí que la fiscalía se desistiera de casi todos los demás cargos, cuando hicimos un acuerdo (confidencial, por lo que no puedo compartir detalles), para que aplicara el criterio de oportunidad y la figura de testigo colaborador a cambio del desistimiento de casi todos los cargos en contra de mi cliente, que desafortunadamente, debido a su delicado estado de salud (obviamente mental y que nadie pudo cuestionar), tendrá que quedarse en la suite de un hospital fifí de la ciudad capital. 

-“Bueno, las noches de insomnio podrá irse a dormir a La chingada”, dijeron los doctores, tan humanos.

Sólo hubo un cargo del que no conseguí el desistimiento de la fiscalía y por el que tendré que seguir el proceso de este juicio: Haber derrochado 600 mil millones de pesos del patrimonio de la nación (en el momento de mayor crisis financiera desde Antonio López de Santana) en tres proyectos sin razón: un tren en la selva maya (140 mil millones) y que Porfirio Díaz no pudiera concluir por haber tenido que abandonar México; una refinería de petróleo (280 mil millones), que era el sueño de Lázaro Cárdenas y que finalmente, 100 años después se pudo realizar (aunque ya no se necesita, por las nuevas energías renovables); y finalmente, un aeropuerto en una base militar (80 mil millones), más el costo de indemnización (100 mil millones) de una obra aeroportuaria en Texcoco que se canceló por supuesta corrupción (según sus datos) y, que por ser confidenciales  pudimos protegerlos para que no salieran al público.

Parece un caso difícil de defender, especialmente porque el derroche de ese dinero llevó a una nación de 120 millones de almas a una quiebra, y a la pobreza a mas de 60% de los mexicanos que sobrevivieron a una pandemia en la que México estuvo entre los tres países con más muertes, porque somos muy machos y no necesitamos usar cubrebocas. Pero el cargo de genocidio que por este manejo tan negligente de la pandemia tuvo mi cliente, fue finalmente desestimado como parte de las negociaciones, y cuando les demostré que igualmente fue una epidemia la que mató a casi toda la población azteca y nadie presentó cargos en contra de Cortés y su corte.

Pues bien, ahora viene mi defensa y la exposición de mis argumentos que, como “abogado del diablo”, habré de exponer ante el jurado para defender en este juicio histórico a este presidente.

Pero esto, se los compartiré el próximo mes en el próximo capítulo de esta primera temporada. Nos vemos entonces para seguir con la más exitosa serie del momento.

(PD. Por temas de confidencialidad en el debido proceso de la relación cliente -abogado) mantendré el seudónimo de “El abogado del diablo”). 

Vamos por el amarillo

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 agosto, 2020

Amador Gutiérrez Guigui

Director

agutierrez@latitud21.com.mx

Estamos en naranja, queremos amarillo, pero puede y nos regresan al rojo si no hacemos bien las cosas en materia de sanidad, instruidas por la autoridad. 

El número mágico es el 30 en esta pandemia, durante este mes de agosto y en parte del mes anterior también, dado el popular semáforo epidemiológico que se encuentra en naranja al norte de Quintana Roo, los hoteles y restaurantes pueden recibir huéspedes y comensales en sus instalaciones quitándose el 70 por ciento de su capacidad, para alcanzar un máximo posible de 30 %.

También han abierto otros centros de consumo, delfinarios, cines, tiendas, parques acuáticos y temáticos, entre otros, pero con las mismas especificaciones. 

La tan esperada reactivación económica en el polo turístico más importante del país y seguramente en todo México, se pedía literal a gritos, y de una manera escalonada le está dando un poco de esperanza a la ciudadanía en esta llamada nueva normalidad, a pesar de que los expertos en infectología y los epidemiólogos no la recomiendan al cien por ciento por el comportamiento de este enemigo invisible que no está controlado. 

Sin embargo la vida sigue y la economía tiene que avivarse para la supervivencia tropicalizada en cada rincón de este bello país. 

En Latitud 21 hemos escuchado y platicado con los actores empresariales y autoridades sobre el acontecer de la pandemia del Covid-19, como la maestra Cristina Alcayaga, don Carlos Constandse, Nenina Domínguez, Catalina Portillo, y más recientemente con la alcaldesa de Benito Juárez, Mara Lezama. Todos coinciden que primero la salud, pero la realidad exige una economía viva para una recuperación económica de la mano de los empresarios con, sí o sí, facilidades gubernamentales de los tres niveles de gobierno. 

Hay que decirlo o más bien reiterarlo, repetirlo. Ya urge que la Federación se plantee a través de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público programas tangibles para apoyar a las empresas de manera real y significativa. No se quiere que se regale dinero, se requiere gestión, facilitar pagos, diferir derechos tributarios, flexibilidad en la tramitología, todo lo qué pueda ayudar para aligerar al empresariado su subsistencia, ya no que decir de la existencia. 

Lo anterior, entendiendo que la estabilidad de la economía de una ciudad, de un estado o país, se riegue por la distribución de la riqueza para el gasto corriente. 

Lo intuíamos, pero no tan drástico. El Inegi informó que el Producto Interno Bruto de México al cierre del segundo trimestre del año se desplomó 18.9 por ciento, en relación al mismo lapso de 2019. Esta es la peor caída para la actividad económica desde que existe este registro, 1993. Y tú, sigues sin usar el cubrebocas. Quinto trimestre consecutivo a la baja. 

Aprovechamos y felicitamos al empresariado en general por el esfuerzo que han realizado para mantener sus negocios nuevamente abiertos, mantener su planta laboral y sobre todo tener esa resiliencia, hoy por hoy, tan necesaria.

Paciencia en tiempos de zozobra

por ahernandez@latitud21.com.mx 1 agosto, 2020

Nelly García

Editora

ngarcia@latitud21.com.mx

Si hay algo que al ser humano le frena, le lacera, le bloquea para avanzar, es la incertidumbre. Esa sensación de no saber qué hay a la vuelta de la esquina, pero sobre todo, de algo que no tiene control y que, literalmente, le pone su mundo de cabeza. Algo así es lo que está corriendo ahorita, con el asunto de la pandemia. La gente no sabe cuándo el semáforo epidemiológico va a cambiar de color para seguir con la reactivación, cuándo y cómo volverán las clases a las escuelas. Más aún, cuándo se frenarán los contagios, cuándo habrá vacuna. Cuándo todo volverá a ser “normal”. 

Y aquí, la respuesta es tan sencilla, como compleja a la vez. Porque está en cada uno y al mismo tiempo en todos, que esa zozobra se vaya disipando. Si cada quien en lo individual extrema sus medidas, podremos ir reduciendo el índice de contagios. Primero cerrando la puerta al Covid-19 en nuestro organismo, en nuestras familias, en nuestra comunidad y centros laborales. 

Así que la respuesta a esa incertidumbre con la que todos vivimos, está en la voluntad y compromiso que todos pongamos a estas nuevas normas de convivencia. Es aquí donde hoy más que nunca armarnos de paciencia y de responsabilidad, nos llevará a disipar el velo de zozobra que se cierne a nuestro alrededor. 

Este, es el mensaje que desde nuestras páginas transmiten diversos sectores que se incluyen en la publicación de L21. Desde la portada, con Miriam Cortés, presidenta ejecutiva de la Asociación de Clubes Vacacionales de Quintana Roo (Acluvaq), quien nos habla de cómo el dinamismo del sector va reactivándose gradualmente, pero acatando protocolos. En el mismo tenor, la iniciativa privada que aglutina el Consejo Coordinador Empresarial del Caribe, que apuesta a la diversificación del destino para ya no depender tanto del turismo, que en situaciones como las que hoy vivimos, nos pasa una carísima factura por el impacto que representa a la economía de todos.

Opciones de diversión para dar la bienvenida a los visitantes que nuevamente muestran su fidelidad con el Caribe Mexicano, dan pasos seguros y responsables, para garantizar el cuidado de sus colaboradores y turistas. Un aplauso y reconocimiento por ese esfuerzo a empresas como Río Secreto, The Dolphin Company, Cancun Adventures, Alltournative y Delphinus, cuyos CEOs hacen un recuento de lo que significó para sus compañías el desafío que trajo la pandemia, pero sobre todo, las lecciones y las rutas trazadas en esta reactivación.

Por supuesto, un aplauso a todas las empresas que siguen mostrando su responsabilidad social, aportando a causas altruistas. Nuestras páginas siguen abiertas a ellas, así como a los emprendedores y toda iniciativa que abone a la reactivación de la economía de Quintana Roo. 

Y a todos, paciencia y a redoblar esfuerzos, que los retos por venir sean tan grandes como nuestra voluntad y compromiso desde cada una de nuestras trincheras. 

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