- Nelly García
- Editora
- ngarcia@latitud21.com.mx
Este mes, el segundo del año, generalmente es el que muchas personas empiezan a flaquear en los buenos propósitos que se hicieron. Disminuyen las ganas de hacer ejercicio, se empiezan a poner peros, baja la constancia en puntualidad en el trabajo, en el ahorro, en cumplir con una buena alimentación y, en general, en hacer las cosas lo mejor y más positivamente posible. Es entonces cuando se requiere de toda la fuerza de voluntad posible y también echar mano de los recursos al alcance, incluyendo las buenas amistades o el círculo familiar que nos anime a continuar en el sendero correcto. Debemos recordar que los cambios no ocurren solos, si queremos que las cosas funcionen de otra manera, entonces tenemos que empezar por cambiar nuestros hábitos, rutinas y conductas.
Lo anterior ocurre tanto en el plano individual, como colectivo. Por ejemplo, recientemente se dio a conocer que por tercer año consecutivo, en el Índice de Percepción de la Corrupción que da a conocer Transparencia Internacional, México obtuvo 31 puntos, donde 100 sería la mejor calificación posible y cero la peor.
Esta noticia no es nada buena, pues nuestro país había mejorado su calificación en 2019 y 2020, pero a partir de ese año, su calificación en este índice se mantuvo constante.
Con este indicador, México sigue siendo el país peor evaluado entre los países que integran la OCDE y es el segundo peor evaluado en el G20. Sólo Rusia tuvo una peor calificación que México entre las 20 economías más grandes del mundo.
Esto debe ponernos en alerta, porque significa que no estamos haciendo las cosas bien, que estamos dejando que las cosas sigan como antes, que vemos los errores, que los cometemos, y aún así no hacemos nada. No podemos creer que por arte de magia o por decreto las circunstancias van a mejorar.
México, Quintana Roo, Cancún, tenemos un gran potencial, pero si seguimos haciendo las cosas mal, los resultados no serán los mejores y de nada sirve ese potencial. Esto lo debemos tener presente en todo, en el plano personal, laboral y colectivo. De lo contrario, seguiremos teniendo los mismos problemas de siempre, pero quizá multiplicados. Y para muestra, los índices de corrupción, las manifestaciones (con o sin razón) que tanto afectan nuestra ciudad y la imagen del destino, los niveles de inseguridad y un largo etcétera.
¿Estaremos dispuestos a hacer cada quién lo que nos corresponde? Ojalá que sí; es lo que necesitamos, es lo que nos conviene a todos.