- Por Iñaki Manero
- Comunicador
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Cuando las arañas se unen, pueden atar a un león.
Proverbio etiope
“NI UN PESO AL TELETÓN”, decía el hashtag (¿octotropo?). En fin, como se llame ese símbolo que antes lo usábamos para señalar una cosa y hoy, otra relacionada con las tendencias de la gente en redes sociales. Lo que se dice, de lo que se habla, lo que a cierto sector de la población cableteada le interesa, le importa, le mueve, le conmueve, le enfurece. Y a veces, como un diálogo de sordos, llenamos el equivalente de páginas y páginas volcando nuestro hígado en ocasiones con textos de 280 caracteres o menos en el caso de Twitter o más en el caso de Facebook, similares y conexos, con poco o nulo argumento para sustentar. Hay quienes, como kamikazes de la letra, aparecen estrellándose en toda su estulticia para nunca más volver; otros, auténticos terroristas con distintos niveles de ortografía, léxico o sintaxis (la mayoría lamentable, tal vez de guardería trunca) que surgen, insultan, llenan el espacio de JAJAJÁS, vuelven a insultar, vomitan la frase muy hecha que aprendieron como loros en su adoctrinamiento y, como profesionales que son, no responden a señalamientos, respuestas o réplicas. Huyen de la confrontación; no tiene caso; es lo único que saben hacer. Otros, desde luego, de eso viven; trabajan por turnos con una misma cuenta. Inventan personajes atractivos, con nombres curiosos y cada quincena reciben una paga por apoyar o despotricar. Finalmente, las granjas de bots. Cuentas creadas de un día para otro cuyo tiempo de vida es como el de esos insectos que tienen 24 horas para hacer lo esencial y morir, correctamente llamados efímeras.
En aquellos años previos a las elecciones fundamentales e históricas de 2018, esa campaña surgida de las entrañas de un complot malicioso y electorero, estuvo cerca de terminar con uno de los movimientos más nobles que hayan aparecido en nuestro mundo insolidario. El perfil de quienes orgánicamente cayeron en la trampa ideológica llena de mentiras, inexactitudes y mala leche, fue el perfil que votó de manera genuina e inocente por un cambio durante esa jornada inédita por el caudillo que los iba a sacar del México corrupto, desequilibrado, sinvergüenza, falaz y saqueador, haciendo frente al masiosare en turno, extraño enemigo que tanto daño le ha hecho al país y que mal rayo le parta según la mitología sexenal. En esa ocasión, el arma ideológica se dirigió y empezó a entrenar para el futuro, contra Fundación Teletón. La conozco de cerca; llevo 25 años participando con lo poco que pueda aportar profesionalmente en esa gala anual para llegar a una meta establecida y calculada y, en años pasados, construir más centros de rehabilitación infantil además de mantener los ya existentes, un hospital oncológico que hace palidecer a los mejores en su tipo en el mundo y un centro de atención para niños con autismo. Creo que muchos que como yo, han estado en las entrañas del proyecto, sintieron su defensa como un asunto personal y de familia ante el grosero, vulgar y sevicioso movimiento para desprestigiarlo con argumentos tan baratos, que se caían solos. Miserables los Goebbels que lo idearon, pero venturosa la resistencia de quienes lo defendieron.
Sin intención de llenar de datos que seguramente muchos lectores ya conocen y si no, siempre están a generosa disposición en www.teleton.org, lo que sucedió fue una advertencia, una llamada de atención al daño que nos podemos hacer a nosotros mismos cuando no desarrollamos la capacidad crítica y de análisis. Todos esos centros de rehabilitación (CRITS), ese hospital de oncología en Querétaro (HOSPITAL ITO) o el centro de rehabilitación para autismo de Ecatepec (CAT), fueron construidos con fondos surgidos en su mayoría de familias que nada más podían aportar tal vez un peso y que a lo mejor ese peso, podría ser la diferencia entre juntar lo suficiente para el pasaje del transporte público. Sí, muy importantes las contribuciones de las grandes empresas que por supuesto, como extra, lograban deducir su aportación en la declaración de impuestos, pero y este dato sí está lleno de esperanza, el ochenta por ciento de lo recaudado tiene su origen en las zonas más populares del país. ¿De qué manera han reaccionado los anteriores gobiernos al Teletón? Una de las críticas salida de Naciones Unidas, fustiga (siempre diplomáticamente), el cinismo con el que los políticos mexicanos han celebrado la iniciativa; algunos apareciendo y saliendo en la foto, durante la gala del Teletón, por lo general a inicios de diciembre para “caerse” con su aportación personal. Y sí, la Fundación ha venido cubriendo un hueco y realizando labores de salud pública que deberían ser competencia del gobierno mediante una eficiente distribución de los presupuestos. Con justicia, los ciudadanos deberíamos preguntar en dónde están nuestros impuestos. La respuesta nunca llegará probablemente y mucho menos en un país en donde la tasa de informalidad se ubica, de acuerdo con el siempre confiable INEGI, en el 60%. O sea, dos terceras partes de la población de este país, no cumplen con sus obligaciones fiscales, pero sí aportan cantidades importantes que hacen llegar cada año a la meta. Por cierto, el pasado cuatro de diciembre no hubo, en atención a la pandemia, suma establecida, pero se superó el récord anterior.
Los llamados a la solidaridad con historias bien contadas sobre sufrimiento y éxito, además del apoyo en producción de un monstruo internacional como Televisa, con todo y lo criticable que puedan ser sus contenidos y políticas, pueden hacer milagros. Lo más importante, y con eso personalmente me quedo, es mirar en retrospectiva la vida de un pequeño al que de niño, por su discapacidad, la condición económica de la familia y la falta de apoyo gubernamental, estaba condenado a vivir relegado a cuatro paredes si es que sobrevivía. Veinte años después de asistir al CRIT de su localidad, es profesionista, atleta paralímpico y prácticamente independiente en un mundo, lenta, dolorosamente, pero orientado al cambio de paradigmas en inclusión y respeto por los Derechos Humanos. Con esas cuentas, y disculpándome de antemano con quienes encuentren fuera de lugar el comentario, me importa un rábano cómo se consiguió el dinero; ahí está y está funcionando. No está en la mansión de alguien, en la campaña política de alguien o en dádivas electoreras tomando en cuenta el país en el que vivimos y sus antecedentes.
A la actual administración federal no le gustan las asociaciones civiles, patronatos, fundaciones, organismos autónomos y más. Nada que no pueda controlar y verificar directamente. En su paranoia, dicho por el presidente, todos tienen tufo a corrupción que hay que eliminar inmediatamente. De manera sorpresiva y excepcional, Teletón es el único proyecto de este tipo surgido de la iniciativa privada con el que el gobierno está trabajando. De entrada, es para celebrar; sin embargo, han sido tantos y tan seguidos los bandazos en tan solo tres años, que invitan a estar vigilantes al humor con el que nos podamos despertar mañana en Palacio Nacional. Las ilusiones, proyectos, horizontes de miles de niñas y niños que se han visto cristalizados gracias genuinamente al donativo, cariño y credibilidad de millones de mexicanos, la mayoría de condición humilde, desde hace un cuarto de siglo, son, esos sí, materia de seguridad nacional. No hay peor mezquindad que meterse con los sueños de un futuro que ya es presente. Somos más, y tenemos la telaraña de la democracia para amarrarle las patas al león por si se le ocurre pretender quedarse con la tajada más grande. Así sea.