¿Conservar o restaurar?

por NellyG

Vicente Ferreyra Acosta

Twitter: @vicenteferreyra / @sustentur

 

Iniciamos 2021 con muchas más preguntas que respuestas sobre la recuperación de nuestro turismo y la velocidad en la que podemos manejar los cambios, restricciones y oportunidades que se abren en este contexto.

Sin duda la pandemia nos ha hecho tener una conciencia más importante acerca de nuestra relación con la naturaleza, y la necesidad de estar más preparados para enfrentar este tipo de crisis ligadas a la destrucción del medio ambiente que, de acuerdo a todas las previsiones y estudios, serán más recurrentes.

Pero también iniciamos una década que la Organización de las Naciones Unidas ha declarado como la “década de la restauración”; el objetivo de esta declaración es incrementar a gran escala la restauración de los ecosistemas degradados y destruidos, como medida de probada eficacia para luchar contra el cambio climático y mejorar la seguridad alimentaria, el suministro de agua y la biodiversidad.

¿Y esto qué tiene que ver con el turismo? Bueno, si miran alrededor de la forma en cómo hemos construido nuestros destinos turísticos costeros, se darán cuenta que hemos dañado algunos ecosistemas importantes como dunas, manglares y pastos marinos.

Esto nos ha llevado a procesos que han afectado los activos turísticos, en especial aquellos que forman parte de nuestra propuesta de valor como destino, pero también la infraestructura y las inversiones.

Para nadie es mentira que temas como erosión de playas, inundaciones, aumento del nivel del mar, daños a cimientos de empresas y a muelles, entre otros, son una realidad. De ahí la importancia de la restauración de ecosistemas; está ampliamente demostrado que los esfuerzos por mantener los “servicios” que nos dan, son mucho más baratos que invertir en medidas para recuperarse cuando el daño ya está hecho.

Ya hay en el Caribe Mexicano algunas iniciativas de restauración; tal vez las más conocidas tienen que ver con los arrecifes, dado que también son los que nos generan un efecto directo para evitar el oleaje y detener un poco las mareas de tormentas. Pero no son las únicas: la reforestación de manglares y pastos marinos, la protección de selvas que son sitios de captación de agua, el desarrollo de áreas voluntarias de conservación, son otros ejemplos que hay que resaltar y replicar.

Hoy, que necesitamos cada vez más tener ecosistemas sanos para que protejan nuestros activos, y también cuando el turista cada vez más quiere estar involucrado en acciones ambientales, la restauración se vuelve una buena opción de inversión a corto, mediano y largo plazo.

Esperemos que nuestro sector turístico lidere estas iniciativas, y al terminar la década podamos ser ejemplo de trabajo en restauración de ecosistemas prioritarios.